Diccionario

domingo, 18 de abril de 2010

Diezmo.Comentarios de notables eruditos bíblicos sobre Hebreos 7.

Consideremos lo que dicen algunos bien conocidos comentaristas bíblicos y maestros sobre los resultados de Hebreos 7:5; 7:12 y 7:18. Concuerdan en que Cristo abolió el sistema entero, la estructura, o el aparato, del sacerdocio levítico, es decir, ¡todo lo remotamente conectado con él! Después de leer este capítulo y las conclusiones que siguen, ¡es difícil entender cómo cualquier persona lógica, decidida a predicar la verdad de Dios para la iglesia del nuevo pacto, pueda decir todavía que el diezmo es una doctrina del nuevo pacto!

Albert Barnes: Pero el significado es que, puesto que gran número de leyes - que constituían un código de considerable extensión e importancia - fue dado para regular el sacerdocio, y en referencia a los ritos de la religión, que debían observar o supervisar, se seguía que, cuando su posición era superada por "uno de un orden enteramente diferente", la ley que había los había regulado desaparecía también, o dejaba de ser obligatoria.( Barnes, s.v. "Heb. 7:12-18".)

Mathew Henry: Cambiar el sacerdocio levítico también significa cambiar la economía entera junto con él. Habiendo una relación tan estrecha entre el sacerdocio y la ley, la dispensación no podría ser la misma bajo otro sacerdocio; un nuevo sacerdocio debe estar bajo un nuevo reglamento, administrado de otra manera, y gobernado por reglas adecuadas para su naturaleza y su orden.( Henry, s.v. "Heb. 7:18")

Jamiesson, Fausset y Brown:Esto presupone una transferencia del sacerdocio; esto conlleva un cambio también de la ley, que está unido inseparablemente al sacerdocio: ambos permanecen de pie o caen juntos. Y, como el sacerdocio levítico y la ley son inseparables, la ley también es abrogada.( Jamieson, s.v. "Heb. 7:18")

Adam Clarke: Hay una total abrogación de la ley anterior en relación con el sacerdocio levítico.( Clarke´s, s.v. "Heb. 7:18")

En su discusión sobre el diezmo, el Wycliffe Bible Dictionary of Theology [Diccionario Wycliffe de Teología Bíblica] dice:
"El silencio de los escritores del Nuevo Testamento, particularmente Pablo, en relación con la actual validez del diezmo puede explicarse sólo sobre la base de que la dispensación de la gracia no tiene más lugar para una ley sobre el diezmo que para una ley para la circuncisión"

(Everett F. Harrison, Geoffrey W. Bromiley, y Carl F. Henry, editores., Wycliffe Dictionary of Theology, Orig. Baker´s Dictionary, 1960 (Peabody: Hendrickson, 1999), s.v. "diezmo")
Uno: El diezmo es inseparable del "mandamiento de la ley" que hacía provisión para, nombraba, y separaba, el sacerdocio levítico (7:5).
Dos: El diezmo se usa en cada uno de las cuatro evidencias para demostrar que el sacerdocio de Cristo es superior al de la ley mosaica (7:4-10).
Tres: Los métodos del pacto antiguo para adorar a Dios, por medio de diezmos, ofrendas, sacrificios y sacerdotes levitas, fracasó (7:11).
Cuatro: El fracaso del antiguo sistema llevaba implícito la necesidad de un sistema totalmente nuevo de servicio y culto (7:11).
Cinco: El cambio de sacerdocio también debía traer consigo principios de servicio y culto enteramente nuevos (7:12).
Seis: Puesto que Cristo procedía de Judá, es evidente que nada en la ley que se relacionase con el sacerdocio levítico (incluyendo el diezmo) podría ser trasladado al nuevo sacerdocio de Cristo (7:13-14).
Siete: El Salmo 110 servía de patrón para el nuevo sacerdocio después de un Melquisedec no judío. Este hecho hace mucho más evidente que nada en la ley concerniente al sacerdocio levítico (incluyendo el diezmo) debía ser trasladado al sacerdocio de Cristo (7:15).
Ocho: Por consiguiente, debemos concluir que el sacerdocio melquisedéquico de Cristo no está gobernado por ninguna serie de leyes dadas a los hombres. Su sacerdocio está gobernado por el poder del Dios Eterno (7:16-17).
Nueve: El antiguo mandamiento que financiaba, establecía, y describía los deberes del sacerdocio levítico ha sido desechado. Era inherentemente débil e improductivo (7:18).
Diez: El hombre puede ser perfecto espiritualmente sólo aplicando los principios de la esperanza mejor (7:19).
Once: Puesto que el sacerdocio levítico ha sido reemplazado por el sumo sacerdocio de Cristo y el sacerdocio de todos los creyentes, esto significa que todos los creyentes, como sacerdotes que no requieren diezmos, pueden acercarse a Dios en adoración (7:19).
Doce: El éxito del sacerdocio de Cristo y su iglesia es tan seguro como el juramento que Dios le hizo (7:20-27).

El Libro Completo de Respuestas Bíblicas, Ron Rhodes dice:
"Yo no creo que los cristianos hoy día estén bajo el sistema del diezmo del diez por ciento. No estamos obligados a entregar un porcentaje como diezmo en absoluto. No hay un solo versículo en el Nuevo Testamento en que Dios especifique que debemos dar a la iglesia el diez por ciento de nuestros ingresos. ... Hemos de dar según podamos. Para algunos, esto significará menos del diez por ciento, pero para otros, a los cuales Dios ha bendecido materialmente, esto significará mucho más que el diez por ciento"

(Ron Rhodes, The Complete Book of Bible Answers (Peabody: Harvest, 1997), 296.)
Diccionario Evangélico Baker de Teología Bíblica: "El vocabulario y la enseñanza de Pablo sugieren que el dar es voluntario y que no hay un porcentaje establecido. Siguiendo el ejemplo de Cristo, que dio hasta su vida (2 Cor. 8:9), debemos dar alegremente tanto como lo hayamos decidido (2 Cor. 9:7) basándonos en cuánto nos ha prosperado el Señor (1 Cor. 16:2), sabiendo que cosechamos en proporción a lo que sembramos (2 Cor. 9:6) y que finalmente daremos cuenta de nuestras obras (Rom. 14:12)"
(Walter A. Elwell, ed., Baker´s Evangelical Dictionary of the Bible (Grand Rapids: Baker, 1996), s.v. "tithe").

La Encyclopedia Americana dice: "[El diezmo] no se practicaba en la iglesia cristiana primitiva, pero poco a poco se hizo común por el siglo sexto" (Americana, s.v. "tithe")
Para más información véase http://centraldesermones.com/estudios/e167.htm
(De donde parte de este estudio ha sido tomado)

El Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado por Vila y Escuain nos dice sobre el diezmo lo siguiente:"La ley mosaica lo establecía sobre los frutos de la tierra y el ganado (Lv.27.30-33, Nm.18.27.).Era entregado en su totalidad a los levitas, para el sostén de ellos y su culto.......pero no fue prescrito a los cristianos ni por Cristo ni por los apóstoles. Bajo la economía de la gracia se espera de todo creyente que aporte con corazón bien dispuesto "como propuso en su corazón, no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre"(2 Cor.9.7).El creyente es exhortado a dar no por una norma impuesta, sino presentándole el ejemplo de gracia del mismo Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico (2 Cor.8.9).No es el diezmo del cristiano lo que corresponde al Señor, sino todo su ser, puesto que ha sido comprado por precio (1Co.6.20,7.23), y debe así venir a ser eficaz administrador de todo lo que el Señor ha puesto en Sus manos para la gloria de Dios"(Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado, Vila y Escuain pag.257.CLIE)"En el Nuevo Testamento no existe ni una sola escritura la cual pudiese indicarnos que, una vez formada la Iglesia, se le demandase a los creyentes el pago de los diezmos. Por otro lado, las pocas ocasiones en que se llegan a mencionar los diezmos en el Nuevo Testamento, es siempre en el contexto del antiguo pacto, mencionándose estos primeramente en Mateo 23.23 y después en Lucas 1.42 y 18.12. En estos pasajes de la Escritura los diezmos aparecen solamente en relación directa con los fariseos, quienes estando bajo el antiguo pacto obviamente estaban obligados a guardar la ley, lo cual incluía el pago de los diezmos a los levitas....Aparte de los pasajes anteriormente referidos, los diezmos se vuelven a mencionar únicamente en el libro de los Hebreos se hace a ellos, pero siempre en la perspectiva del antiguo pacto, específicamente en relación a Abraham y al sacerdocio levítico...El contexto del citado pasaje (He.7:1-10) sin embargo, fue escrito no para validar el cobro de los diezmos, sino para probar que Cristo es el cumplimiento de todos los tipos y sombras del antiguo pacto, y que el sacerdocio de Cristo es superior al sacerdocio levítico. Todo lo cual, por cierto, nos lo informa también cualquier comentario bblico que se haya escrito al respecto (Beacon op. cit. Tomo X, p.28, Henry, op.cit, Hebreos)Por lo tanto utilizar este pasaje de Hebreos como prueba que el diezmo es todavía obligatorio para los creyentes del nuevo pacto, equivale a usarlo completamente fuera del contexto y propósito para el que fue escrito"(La verdad sobre el Diezmo por Martin Careaga pags.24-25) Aun The New Catholic Encyclopedia nos dice:"Ninguna ley sobre el diezmo es encontrada en el Nuevo Testamento"(The New Catholic Encyclopedia, 1967, vol.XIV, p.175)The Harpercollins Encyclopedia of Catholicism nos dice:"En el tiempo de los apóstoles el dar era voluntario. Lo cual siguió así hasta que en el siglo VI y VIII, se inicio legislación de parte de las autoridades religiosas y civiles para convertir al diezmo en obligatorio"(The Harpercollins Encyclopedia of Catholicism, 1995, p.1257).

El erudito del Nuevo Testamento Craig Blomberg escribio:"Al proseguir a pronunciar un ay sobre los fariseos porque diezman aun de sus hierbas y especies más diminutas pero abandonan la justicia y el amor de Dios, Jesús agrega:"Esto os era necesario hacer, sin dejar de hacer aquello" (Lc.11:42,cp. Mt.23:23).Durante los tiempos intertestamentarios cada vez más se requería el diezmo de todo producto agrícola...Este es el único pasaje en todo el Nuevo Testamento que se podría tomar como una exhortación a diezmar. Pero es crucial notar que en este contexto Jesús hablaba de "lo más importante de la ley" (Mt.23:23),la cual estaba todavía vigente hasta el establecimiento del nuevo pacto de Dios en Pentecostés, sobre todo para los lideres judíos que la estudiaban tan cuidadosamente. Mientras la era del Antiguo Testamento seguía en vigencia, el diezmo era obligatorio para el pueblo de Dios. Si se requiere todavía en la era del pacto nuevo, se debe establecer en base a otros pasajes. Parece significativo que ningún otro texto del Nuevo Testamento lo ordena, mientras los principios de generosidad y sacrificio...sugieren que el porcentaje que los individuos deben dar variara según sus circunstancias particulares"(Craig Blomberg, Ni Pobreza Ni Riquezas pag.23 CLIE)

Diezmo en Hebreos 7

EL SUMO SACERDOTE DE LA ORDEN DE MELQUISEDEC
Llegamos ahora a un pasaje de tal importancia para el autor de Hebreos, y tan difícil de entender para nosotros, que tenemos que tratarlo con especial atención. El capítulo 6 terminaba con la afirmación de que Jesús había sido establecido como Sumo Sacerdote para siempre de la orden de Melquisedec. Este sacerdocio de la orden de Melquisedec es la idea más característica de Hebreos. Detrás de ella subyacen formas de pensamiento, de razonamiento y de utilización de la Escritura que nos resultan extrañas, pero que debemos tratar de entender. El mejor punto de partida será reunir todo lo que el autor de Hebreos tiene que decir sobre el sacerdocio de la orden de Melquisedec, y leerlo en conjunto antes de dividirlo en pasajes más cortos para su estudio en detalle. Así es que ahora trataremos de entender adónde se dirige el autor de Hebreos, antes de estudiar este capítulo en detalle.
Así pues, reunimos primero los pasajes que tratan de esta idea. El primero es Hebreos 5:1-10.
El sumo sacerdote se elige entre los hombres para que los represente en las cosas que tienen relación con Dios. Su cometido consiste en presentar ofrendas y sacrificios por los pecados, ya que él mismo puede sentir compasión de los ignorantes y de los descarriados, puesto que él también está revestido de debilidad humana. A causa de esta misma debilidad, le corresponde, de la misma manera que ofrece sacrificios por los demás, hacerlo también en su propio favor por sus propios pecados. Nadie se apropia esta honorable posición por su cuenta, sino es llamado por Dios a ocuparla, como sucedió con Aarón. Exactamente de la misma manera, no fue Cristo el que se apropió la gloria de ser sumo sacerdote, sino que fue el Dios Que le había dicho: < Tú eres mi amado Hijo; hoy Te comunico Mi propia vida y naturaleza», ese mismo Dios Le dijo también en otro pasaje: «Tú eres Sacerdote para siempre de la orden de Melquisedec. » En los días que vivió esta nuestra vida humana, ofreció oraciones y súplicas con mucho clamor y muchas lágrimas al Dios Que Le podía sacar de la muerte a salvo; y cuando fue escuchado por Dios por el santo temor que mostró, aunque era Hijo, aprendió lo que cuesta la obediencia por los sufrimientos que tuvo que pasar; y cuando llegó a estar perfectamente capacitado para la misión que se Le había encomendado, llegó a ser el Autor de la Salvación eterna de todos los que Le obedecen, porque había sido designado por Dios Sumo Sacerdote de la orden de Melquisedec.
El segundo pasaje que trata de esta idea es todo el capítulo 7; así que vamos a leerlo seguido, recordando que en el último versículo del capítulo 6 ya se ha dicho que Jesús es Sumo Sacerdote para siempre de la orden de Melquisedec.
Ahora bien, este Melquisedec era rey de Salem y sacerdote del Dios Altísimo. Le salió al encuentro a Abraham, que volvía de derrotar a los reyes, y le bendijo; y Abraham apartó para él una décima parte del botín. En primer lugar, la interpretación de su nombre es Rey de Justicia; y, en segundo lugar, Rey de Salem quiere decir Rey de Paz. No se mencionan los nombres de su padre y de su madre, ni hay ningún dato de su genealogía; tampoco se menciona cuándo empezó su vida, ni cuándo terminó; es exactamente como el Hijo de Dios, y queda como sacerdote para siempre. Fijaos ahora qué grande era este hombre, que Abraham le dio la décima parte del botín de la victoria, y Abraham era nada menos que el patriarca de nuestra nación. Ahora, fijaos en la diferencia: cuando los hijos de Leví reciben el sacerdocio, reciben también el mandamiento que establece la Ley de exigirle diezmos al pueblo. Es decir, que imponen los diezmos a sus hermanos, porque son todos descendientes de Abraham. Pero este hombre, cuya ascendencia no coincide con la de ellos en nada, recibió los diezmos de Abraham, y llegó a bendecir al que había recibido las promesas. Es indiscutible que es el menor el que recibe la bendición del mayor. Asimismo, por una parte, son hombres que mueren los que reciben los diezmos; pero en este caso se trata de un hombre que está demostrado que está vivo. Además, por decirlo de alguna manera, a través de Abraham también Leví, el mismo que recibe los diezmos, se los entregó, porque todavía estaba en el cuerpo de su padre cuando le salió al encuentro Melquisedec. Entonces, si se hubiera podido lograr el efecto deseado por el sacerdocio levítico porque fue sobre la base de ese sacerdocio como Israel llegó a ser el pueblo de la Ley-, ¿qué necesidad había de establecer otro sacerdote, y llamarle sacerdote de la orden de Melquisedec, y no de la orden de Aarón? Una vez que se alteraba el sacerdocio, se seguía por necesidad el alterar también la ley; porque la Persona a la que se hace referencia pertenece a una tribu totalmente diferente, de la que nadie estuvo nunca al servicio del altar. Es obvio que fue de la tribu de Judá de la que surgió nuestro Señor; y Moisés no dijo nunca nada de esa tribu en relación con el sacerdocio. Y hay cosas que están todavía más indiscutiblemente claras: si se instaura un Sacerdote diferente, un Sacerdote de la orden de Melquisedec, un Sacerdote que llegó a serlo, no según la ley de mera descendencia humana, sino según el poder de una vida que es indestructible porque el testimonio de la Escritura en relación con este punto es: «Tú eres Sacerdote para siempre de la orden de Melquisedec»-, si así están las cosas, surgen dos conclusiones. Por una parte, se presenta la abrogación del anterior mandamiento por su propia insuficiencia e inutilidad (porque la Ley no consiguió nunca producir el efecto que se le había asignado) y, por otra parte, se presenta la introducción de una esperanza mejor por medio de la cual podemos acercarnos 2 Dios. Y como en todo esto intervino un juramento porque los sacerdotes levíticos se ordenaban sin juramento; pero Él con un juramento, como dice la Escritura refiriéndose a Él: «El Señor lo juró, y no se volverá atrás:"Tú eres Sacerdote para siempre">-Jesús es el garante de un mejor Pacto. Además, había que seguir ordenando más y más sacerdotes levíticos porque la muerte les impedía seguir ejerciendo; mientras que Él tiene un sacerdocio que no se acabará jamás, porque Él permanece para siempre. Por eso mismo Le es posible en todas las circunstancias y en todo tiempo, ya que está vivo para siempre, salvar a los que vienen a Dios por medio de Él. ¡Ese era el Sumo Sacerdote que necesitábamos! Uno que es santo, que jamás ha hecho daño a nadie, que es sin mancha, distinto de los pecadores y que está por encima del mismo Cielo. Al contrario de lo que pasaba con los otros sumos sacerdotes, Él no tiene por qué ofrecer sacrificio todos los días en primer lugar por sus propios pecados y luego por los del pueblo. Esto lo hizo de una vez para siempre cuando se ofreció en Sacrificio a Sí mismo. Porque la Ley nombraba sumos sacerdotes a hombres sujetos a debilidades; pero la palabra del juramento que ha venido después de la Ley ha nombrado a Uno que es Hijo y que está totalmente capacitado para ejercer su Ministerio para siempre.
Estos son los pasajes en los que el autor de Hebreos describe a Jesús como Sumo Sacerdote de la orden de Melquisedec.
Vamos a ver ahora lo que está tratando de decir cuando usa esa terminología.
Debemos empezar por entender la posición general en la que empieza. Empieza por la idea básica de que religión es acceso a Dios. Era para hacer posible ese acceso a Dios para lo que existían dos cosas. En primer lugar, la Ley. La idea básica de la Ley es que, siempre que el hombre cumpla fielmente sus mandamientos, está en una posición de amistad con Dios y tiene la puerta abierta a Su presencia. Pero los hombres no pueden cumplir la Ley y, por tanto, están interrumpidos el acceso a Dios y la amistad con Él. Y era precisamente para resolver esa situación de extrañamiento para lo que existía la segunda cosa: el sacerdocio y todo el sistema de sacrificios. La palabra latina para sacerdote es pontifex, que quiere decir el que establece un puente; el sacerdote era un hombre cuya función era construir un puente entre los hombres y Dios por medio del sistema de sacrificios. Una persona quebrantaba la Ley; su comunión con Dios quedaba interrumpida e impedido su acceso a Dios; mediante el ofrecimiento del sacrificio correcto se hacía expiación por esa ofensa, y así se restablecía la comunión y se quitaba la barrera.
Esa era la teoría del asunto. Pero, en práctica, la vida demostraba que eso era precisamente lo que no podían hacer el sacerdocio y los sacrificios. La separación de Dios que era la consecuencia del pecado del hombre no tenía salida; y el problema era que todos los esfuerzos del sacerdocio y todos los sacrificios del mundo no podían restablecer la relación perdida. Por tanto, el argumento del autor de Hebreos es que, lo que se necesita, es un nuevo y diferente sacerdocio y un Sacrificio nuevo y eficaz.
Y ve en Jesucristo el único Sumo Sacerdote que puede abrir el camino hacia Dios; y llama al sacerdocio de Jesús el sacerdocio de la orden de Melquisedec.
Esta idea la sacó de dos pasajes del Antiguo Testamento. El primero es el Salmo 110:4, donde está escrito:
El Señor ha jurado, y no se volverá atrás: «Tú eres Sacerdote para siempre de la orden de Melquisedec.>
El segundo es Génesis 14:17-20, donde se nos relata la historia del Melquisedec original:
Y el rey de Sodoma le salió al encuentro (a Abraham) en el valle de Save (que es el valle del rey). Y Melquisedec, el rey de Salem, trajo pan y vino; era sacerdote del Dios Altísimo. Y bendijo a Abraham diciendo: «¡Bendito sea Abram del Dios Altísimo, Creador del Cielo y de la Tierra, y bendito sea el Dios Altísimo que te ha entregado a tus enemigos en tus manos!» Y Abram le dio una décima parte de todo. El autor de Hebreos hace aquí lo que haría cualquier rabino judío experto, y sigue el método rabínico de interpretación de la Escritura. Para entender ese método tenemos que tener presentes dos cosas.
(i) Para un judío versado en las Escrituras, cualquier pasaje tenía cuatro sentidos, a cada uno de los cuales daba un nombre.
(a) El primero, peshat, que quiere decir el sentido literal y concreto. (b) Segundo, remaz, que es el sentido figurado que se sugiere. (c) Tercero, derush, que es el sentido al que se llega después de una seria investigación. (d) Cuarto, sod, que es el sentido alegórico o espiritual. El sentido más importante para los judíos era, con mucho, el sod, el sentido profundo. No estaban tan interesados en el sentido literal y material de un pasaje como en el sentido alegórico y místico que pudiera encerrar, aunque no tuviera nada que ver con el sentido literal. Eso es lo que hace aquí el autor de Hebreos.
(ii) En segundo lugar, debemos darnos cuenta de que los intérpretes judíos consideraban totalmente justificado el sacar conclusiones, no sólo de las palabras, sino también de los silencios de la Escritura; es decir, de lo que se dice y de lo que no se dice. De hecho, el autor de Hebreos basa su argumento por lo menos tanto en lo que no se dice en este pasaje como en lo que se dice acerca de Melquisedec.
Ahora vamos a ver en qué se diferencia el sacerdocio de la orden de Melquisedec del aarónico.
(i) Melquisedec no tiene genealogía; no tiene padre ni madre (versículo 3). Advertimos inmediatamente que este es un argumento sacado del silencio de la Escritura, porque no encontramos en ella la genealogía de Melquisedec. Esto resultaba extraño por dos razones. (a) Es lo contrario de lo que encontramos corrientemente en Génesis, donde abundan las largas listasde los antepasados de los personajes. Pero Melquisedec aparece en escena como si no viniera de ninguna parte. (b) Todavía más importante: esto es lo contrario de las reglas que regían el sacerdocio aarónico, que dependía totalmente de la ascendencia. Bajo la Ley judía nadie podía llegar al sacerdocio a menos que presentara un pedigrí certificando que se remontaba a Aarón. El carácter y la habilidad no tenían nada que ver; lo único importante era el pedigrí. Cuando los judíos volvieron a Jerusalén del exilio, algunas familias no pudieron presentar sus partidas generacionales, y fueron destituidas del sacerdocio para siempre(Esdras 2:61-63; Nehemías 7: 6365). Por otra parte, si un hombre podía presentar un pedigrí que se remontara a Aarón, excepto por ciertos defectos físicos que establecía la Ley, no había nada en el mundo que le impidiera ser sacerdote. La genealogía era, literalmente, el todo.
Así que la primera diferencia entre los dos sacerdocios era esta: el sacerdocio aarónico dependía de la descendencia generacional; el sacerdocio de Melquisedec dependía exclusivamente de las cualidades personales. El sacerdocio de Melquisedec se basaba en lo que se era, no en lo que se había heredado. Como ha dicho alguien, la diferencia estaba en que uno se basaba en la legalidad, y otro en la personalidad.
(ii) Hebreos 7.-1-3 recoge otras cualidades de Melquisedec. El nombre Melquisedec quiere decir literalmente Rey de Justicia, y la palabra Salem quiere decir Paz; por tanto era también Rey de Paz. Hemos visto que no tenía genealogía, y de nuevo el autor de Hebreos deduce su argumento del silencio de la Escritura. No se nos dice cuándo empezó o terminó su sacerdocio Melquisedec, ni la fecha de su nacimiento ni de su muerte: por tanto, de ahí se deduce que no tuvo principio ni fin, y que su sacerdocio es perpetuo.
De aquí deducimos cinco grandes cualidades del sacerdocio de Melquisedec. (a) Es un sacerdocio de justicia. (b) Es un sacerdocio de paz. (c) Es un sacerdocio real, porque Melquisedec era rey. (d) Es personal y no heredado porque no tiene genealogía. (e) Es eterno, porque no tiene nacimiento ni muerte, y su sacerdocio no tiene principio ni fin.
(iii) Suponiendo que todo esto sea históricamente cierto, ¿cómo se puede demostrar que el sacerdocio de Melquisedec es superior al aarónico? Hebreos resalta dos puntos de la historia de Melquisedec en Génesis.
Primero, se dice que Abraham le dio a Melquisedec los diezmos de todo. Los sacerdotes cobraban los diezmos; pero hay dos diferencias. Los sacerdotes se los cobraban a sus hermanos del pueblo de Israel, y en cumplimiento de un mandamiento de la Ley. Pero Melquisedec recibió los diezmos de Abraham, con el que no tenía ninguna relación de raza, y que era el patriarca y fundador del pueblo de Israel; y además, recibió los diezmos, no porque la Ley le daba ese derecho, sino por un incuestionable derecho personal. Está claro que todo esto le colocaba muy por encima del sacerdocio ordinario.
Segundo, se dice que Melquisedec bendijo a Abraham. Es siempre el superior el que bendice al inferior; por tanto,
Melquisedec era superior a Abraham, aunque Abraham era el fundador del pueblo de Israel y el único recipiente de las promesas de Dios. Todo esto, sin duda, le da a Melquisedec una categoría que no podía ser más alta.
A. B. Bruce resume como sigue los puntos en los que Melquisedec era superior al sacerdocio levítico. (a) Recibió los diezmos de Abraham, así es que era superior a él. Abraham fue el primero de los patriarcas; los patriarcas son superiores a sus descendientes; por tanto Melquisedec es más importante que los descendientes de Abraham; los sacerdotes ordinarios eran los descendientes de Leví, bisnieto de Abraham; por tanto, Melquisedec es mayor que ellos. (b) Melquisedec es mayor que los hijos de Leví porque ellos reciben los diezmos de acuerdo con la Ley, pero él por un derecho personal que no le ha sido dado por ningún hombre. (c) Los levitas recibían los diezmos como hombres mortales; él los recibió de Abraham como uno que vive para siempre (Hebreos 7:8). (d) Leví, el patriarca de los sacerdotes a los que los israelitas dan los diezmos, puede decirse que pagó los diezmos a Melquisedec, porque fue el bisnieto de Abraham y estaba todavía en su cuerpo cuando le pagó los diezmos a Melquisedec.
(iv) Desde Hebreos 7:11 se nos muestra dónde radica la superioridad del nuevo sacerdocio.
(a) El mismo hecho de que se había prometido un nuevo sacerdocio (Hebreos 7:11) es señal de que el antiguo era inadecuado. Si éste hubiera cumplido su misión de llevar a los hombres a la presencia de Dios, no habría habido necesidad de ningún otro. Además, la introducción de un nuevo sacerdocio era una revolución. Según la Ley, todos los sacerdotes tenían que ser de la tribu de Leví; pero Jesús era de la tribu de Judá. Esto es señal de que todo el antiguo sistema está superado. Algo más grande que la Ley ha ocupado su lugar. (b) El nuevo sacerdocio es para siempre (Hebreos 7:15-19). Bajo el antiguo sistema, había que sustituir a los sacerdotes, porque se morían; pero este Sacerdote vive para siempre. (c) El nuevo sacerdocio ha entrado en vigor por un juramento de Dios. El Salmo 110:4 dice: < El Señor ha jurado, y no se volverá atrás: "Tú eres
Sacerdote para siempre de la orden de Melquisedec."» Está claro que Dios no jura con ligereza. No introdujo así el antiguo sacerdocio. Esto es algo nuevo y de gran importancia. (d) El nuevo Sacerdote no ofreció ningún sacrificio por Sí mismo (Hebreos 7:27). Los sacerdotes ordinarios siempre tenían que ofrecer sacrificios por sus propios pecados antes de poder hacerlo por los del pueblo. Pero Jesucristo, el nuevo Sumo Sacerdote, era sin pecado y no tenía necesidad de ofrecer sacrificio por Sí mismo. (e) El nuevo Sacerdote no tiene que repetir los sacrificios indefinidamente (Hebreos 7:27). Ofreció un Sacrificio perfecto que no hay necesidad de repetir porque ha abierto el camino a la presencia de Dios para siempre.
Ahora resumimos brevemente lo que estaba en la mente del autor de Hebreos cuando pensaba en Jesús como el prometido Sumo Sacerdote de la orden de Melquisedec. Tengamos presente que estas son sólo las ideas principales.
(i) Jesús es el Sumo Sacerdote Cuyo ministerio no depende de Su genealogía sino de Él mismo.
(ii) Jesús es el Sumo Sacerdote Que vive para siempre.
(iii) Jesús es el Sumo Sacerdote sin pecado, Que no tiene por tanto que ofrecer sacrificio por su propio pecado.
(iv) Jesús es el Sumo Sacerdote Que, al ofrecerse a Sí mismo, hizo el Sacrificio perfecto que abrió de una vez para siempre el camino hacia Dios. Ya no hay que hacer más sacrificios.
Habiendo visto las ideas generales que tenía en mente el autor de Hebreos sobre Jesús como Sumo Sacerdote de la orden de Melquisedec, ahora vamos a estudiar este capítulo en más detalle por secciones.

EL REY Y SACERDOTE AUTÉNTICO
Hebreos 7:1-3
Ahora bien, este Melquisedec era rey de Salem y sacerdote del Dios Altísimo. Le salió al encuentro a Abraham, que volvía de derrotar a los reyes, y le bendijo; y Abraham apartó para él una décima parte del botín. En primer lugar, la interpretación de su nombre es Rey de Justicia; y, en segundo lugar, Rey de Salem quiere decir Rey de Paz. No se mencionan los nombres de su padre y de su madre, ni hay ningún dato de su genealogía; tampoco se menciona cuándo empezó su vida, ni cuándo terminó; se nos presenta como una figura del Hijo de Dios, que queda como Sacerdote para siempre. Como ya hemos visto, los dos pasajes en los que el autor de Hebreos basa su argumento son Salmo 110:4 y Génesis14:18-20. En la historia del Génesis, Melquisedec es una figura extraña y casi misteriosa. Aparece como llovido del cielo; no se dice nada da su vida, nacimiento, muerte o genealogía. Sencillamente, aparece. Le da a Abraham pan y vino, cosa que, para nosotros que leemos la historia desde el Nuevo Testamento, tiene un matiz sacramental. Bendice a Abraham. Y seguidamente, se desvanece de la escena de la Historia tan repentinamente como había entrado. No nos sorprende que el autor de Hebreos haya encontrado en él un símbolo de Cristo. Melquisedec era por su nombre Rey de Justicia, y por su reino Rey de Paz. El orden es tanto significativo como inevitable. La justicia debe siempre preceder a la paz. Sin justicia no puede haber verdadera paz. Como dice Pablo en Romanos 5:1: < Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo» (R-V). Y otra vez en Romanos 14:17: < El Reino de Dios es... Justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo. El orden es siempre el mismo: primero justicia, y luego paz (Cp. Salmos 72:7; 85:10; Isaías 32:17). Podría decirse que toda la vida es -una búsqueda de la paz, y también que los hombres insisten en buscarla donde no puede encontrarse.
(i) Buscan la paz en el escape. Pero lo malo del escape es que siempre tenemos que volver al punto de partida. A. J. Gossip traza un cuadro de una mujer descuidada, que vivía en una casa destartalada. Salía una tarde de su casa, y se iba al cine. Se escapaba una o dos horas al mundo del lujo y el encanto de las películas... y luego tenía que volver a casa. Es verdad que era un escape; pero tenía que volver a la realidad. W. M. Macgregor cuenta de una anciana que vivía en un suburbio terrible de Edimbugo que se llama Pans. Cada cierto tiempo se sentía tan asqueada de su barrio que hacía un recorrido por las casas de sus amigas, y le sacaba uno o dos peniques a cada una. Con el producto cogía una borrachera de muerte. Cuando se lo echaban en cara, contestaba: «¿Me vais a discutir la única oportunidad que tengo de salir de Pans con un sorbo de whisky?» Era un escape, pero tenía que volver. Siempre es posible encontrar una cierta clase de paz por la vía del escape, pero no dura mucho. El doctor Johnson solía insistir en que todas las personas debemos tener un «hobby», porque debemos poder apartarnos un poco de los quehaceres y problemas; pero ya se supone que es para volver a ellos con nuevo vigor. El escape no tiene por qué ser malo; puede que sea hasta necesario para conservar la salud física y mental; pero es siempre un paliativo, y no una cura.
(ii) No hay paz en la evasión. Muchos buscan la paz huyendo de sus problemas, encerrándolos en el inconsciente o siguiendo la táctica del avestruz. Aquí hay que decir dos cosas. La primera es que está por darse el primer caso de que se resuelvan los problemas a menos que se asuman. Por más que tratemos de evadirlos, ahí están. Los problemas son como las enfermedades: cuanto más tardemos en tratarlos, más graves se harán. Así se llega a las enfermedades incurables y a los problemas insolubles. La segunda cosa puede que sea todavía más seria. La psicología nos dice que hay una parte del cerebro que no deja nunca de trabajar. Con la parte consciente de nuestra mente puede que estemos evadiendo un problema, pero nuestro subconsciente sigue dándole vueltas. Sigue ahí, como esos trocitos de metralla que van recorriendo el cuerpo; pueden destrozar la vida. Lejos de traer la paz, la evasión la destruye.
(iii) No hay paz en la .componenda. Es posible lograr algún tipo de paz llegando a un acuerdo forzoso. De hecho, es una de las formas más corrientes de «hacer las paces» en este mundo. Podemos buscar la paz matizando algún principio, o mediante una componenda en la que ninguna de las dos partes queda satisfecha. Kermit Eby dice que podemos mantener un acuerdo de esos por cierto tiempo, pero más tarde o más temprano llega el momento en que uno tiene que dar la cara y hablar claro si quiere dormir tranquilo. La componenda, por tanto, produce tensión, aunque no esté a la vista. Así es que la componenda es uno de los grandes enemigos de la paz.
(iv) Está el camino de la justicia, o, para decirlo de otra manera, de la voluntad de Dios. No puede haber verdadera paz hasta que digamos: «Hágase Tu voluntad.» Y una vez que se ha dicho de veras, la paz inunda el alma. Así Le sucedió a Jesús. Fue a Getsemaní con una tensión tal que le hacía sudar sangre. En aquel huerto aceptó la voluntad de Dios, y obtuvo la paz. Seguir el camino de la justicia, aceptar la voluntad de Dios es quitar la raíz de inquietud y encontrar el camino de la verdadera paz duradera.
El autor de Hebreos amontona palabras para demostrar que Melquisedec no tuvo ascendientes. Lo hace contrastando el nuevo sacerdocio de Jesucristo con el antiguo de Aarón. Ningún judío podía ser sacerdote a menos que sus ascendientes se remontaran ininterrumpidamente hasta Aarón; y, si cumplía esa condición, nada le podía impedir ser sacerdote, salvo que padeciera alguno de ciertos defectos físicos que enumeraba la Ley. Si se casaba con una hija de sacerdote, ella tenía que presentar su pedigrí por lo menos de cuatro generaciones; y, si no era hija de sacerdote, por lo menos de cinco generaciones. Es un hecho extraño y casi increíble que el sacerdocio judío dependiera hasta tal punto de la genealogía. Las cualidades personales no se tenían en cuenta. Pero Jesucristo era el verdadero Sacerdote, no por lo que había heredado de los hombres, sino por ser Quien era.
Algunas de las palabras que Hebreos amontona aquí son sorprendentes. Dice que Melquisedec no tenía genealogía (aguenealoguétos), palabra que no se encuentra en ningún otro texto griego y que es posible que nuestro autor inventara para hacer hincapié en que el ministerio de Jesús no dependía de sus antepasados. Probablemente se trata de una palabra nueva para representar una idea nueva. Dice que Melquisedec no tenía padre (apatór) ni madre (amétór). Estas palabras son muy interesantes. En griego corriente se usaban en relación con niños desamparados o con gente de baja estofa. Además, apatór tiene una acepción técnica legal en el griego contemporáneo de los papiros. Era la palabra que se usaba en documentos legales, especialmente en partidas de nacimiento, para de padre desconocido y, por tanto, ilegítimo. Hay, por ejemplo, un papiro que menciona a «Jairémón, apatór, padre desconocido, cuya madre es Thasés.» Es alucinante que el autor de Hebreos usara estas palabras para recalcar lo que quería decir. Los autores cristianos tenían una habilidad especial para redimir palabras, lo mismo que a hombre y mujeres. Ninguna expresión le parecía demasiado fuerte al autor de Hebreos para hacer resaltar el hecho de que la autoridad de Jesús dependía solamente de Su Persona, y no de ninguna otra.
LA GRANDEZA DE MELQUISEDEC
Hebreos 7:4-10
Fijaos ahora qué grande era este hombre, que Abraham le dio la décima parte del botín de la victoria, y Abraham era nada menos que el patriarca de nuestra nación. Ahora, fijaos en la diferencia: cuando los hijos de Leví reciben el sacerdocio, reciben también el mandamiento que establece la Ley de exigirle diezmos al pueblo. Es decir, que imponen los diezmos a sus hermanos, porque son todos descendientes de Abraham. Pero este hombre, cuya ascendencia no coincide con la de ellos en nada, recibió los diezmos de Abraham, y llegó a bendecir al que había recibido las promesas.
Es indiscutible que es el menor el que recibe la bendición del mayor. Asimismo, por una parte, son hombres que mueren los que reciben los diezmos; pero en este caso se trata de un hombre que está demostrado que vive. Además, por decirlo de alguna manera, a través de Abraham también Leví, el mismo que recibe los diezmos, se los entregó a Melquisedec; porque todavía estaba en el cuerpo de su antepasado cuando le salió al encuentro Melquisedec.
El autor de Hebreos va a demostrar la superioridad del sacerdocio de Melquisedec sobre el aarónico. Introduce el tema de los diezmos porque Abraham le dio a Melquisedec una décima parte del botín de la victoria. La Ley de los diezmos está en Números 18:20, 21. Allí se le dice a Aarón que a los levitas no se les darán tierras, pero recibirán la décima parte de todo por su servicio. «Y el Señor dijo a Aarón: De la tierra de ellos no tendrás heredad, ni entre ellos tendrás parte. YO soy tu parte y tu heredad en medio de los hijos de Israel. Y he aquí Yo he dado a los hijos de Leví todos los diezmos en Israel por heredad, por su ministerio, por cuanto ellos sirven en el ministerio del tabernáculo de reunión» (R-V).
Así que ahora, en una serie de contrastes, el autor de Hebreos elabora la superioridad de Melquisedec sobre los sacerdotes levíticos. Establece cinco puntos. (i) Los levitas reciben diezmos de la gente, y es un derecho que sólo ellos tienen. Melquisedec recibió diezmos de Abraham aunque no era de la tribu de Leví, que no existía todavía. Se podría objetar que, aunque eso le puso al nivel de los levitas, no prueba que fuera superior a ellos; así es que nuestro autor añade otros cuatro puntos. (ii) Los levitas reciben los diezmos de sus hermanos israelitas. Melquisedec no era israelita -todavía no existía el pueblo de Israel-, sino un extranjero; y no fue un israelita cualquiera el que le dio los diezmos, sino nada menos que Abraham, el fundador de la nación.
(iii) Era un mandamiento de la Ley lo que confería a los israelitas el derecho de recibir diezmos; pero Melquisedec los recibió por ser quien era. Tenía tal grandeza personal que no necesitaba de ningún mandamiento que le autorizara a recibir diezmos.
(iv) Los levitas reciben los diezmos como hombres mortales que son; pero Melquisedec porque vive para siempre. (v)
Finalmente presenta una razón tan curiosa que pide disculpas antes de mencionarla. Leví era descendiente directo de Abraham, su bisnieto, y el único legalmente autorizado para recibir diezmos en las personas de los otros descendientes. Ahora bien, si fue más tarde descendiente de Abraham, eso quiere decir que entonces aún estaba en el cuerpo de Abraham. Por tanto, cuando Abraham le dio los diezmos a Melquisedec, Leví también se los dio, porque estaba incluido en Abraham, y esta es la prueba final de que Melquisedec era superior a Leví. Es un razonamiento sumamente sorprendente, pero no cabe duda de que era convincente para los que lo leían.
Aunque nos parezca extraño, este argumento comporta la gran verdad de que lo que hace una persona revierte en sus descendientes. Si comete algún pecado, puede transmitir a sus descendientes la tendencia o alguna debilidad física que es su consecuencia. Si adquiere un carácter noble, transmite una buena herencia a sus sucesores. Leví, según este argumento, recibió el efecto de lo que había hecho Abraham. Ahí subyace, entre las aparentes fantasías del razonamiento rabínico, la verdad de que ninguna persona vive para sí sola, sino que transmite algo de sí misma a los que la siguen.
EL NUEVO SACERDOTE Y EL NUEVO CAMINO
Hebreos 7:11-20
Entonces, si se hubiera podido lograr el efecto deseado por medio del sacerdocio levítico porque fue sobre la base de ese sacerdocio como Israel llegó a ser el pueblo de la Ley-, ¿qué necesidad habría habido de establecer otro sacerdocio, y llamarle de la orden de Melquisedec, en vez de de la orden de Aarón? Una vez que se alteraba el sacerdocio, se seguía por necesidad el alterar también la ley; porque la Persona a la que se hace referencia pertenece a una tribu totalmente diferente, de la que nadie estuvo nunca al servicio del altar. Es obvio que fue de la tribu de Judá de la que surgió nuestro Señor; y Moisés no dijo nunca nada de esa tribu en relación con el sacerdocio. Y hay cosas que están todavía más indiscutiblemente claras: si se instaura un Sacerdote diferente, un Sacerdote de la orden de Melquisedec, un Sacerdote que llegó a serlo, no según la ley de la mera descendencia humana, sino según el poder de una vida que es indestructible porque el testimonio de la Escritura en relación con este punto es: «Tú eres Sacerdote para siempre de la orden de Melquisedec»-, si así están las cosas, surgen dos conclusiones: Por una parte, se presenta la abrogación del anterior mandamiento por su propia insuficiencia e inutilidad (porque la Ley no consiguió nunca producir el efecto para el que se había promulgado) y, por otra parte, se presenta la introducción de una esperanza mejor por medio de la cual podemos acercarnos a Dios.
A1 leer este pasaje tenemos que recordar la idea básica de la religión que nunca se le va de la mente al autor de Hebreos: para él, religión es acceso a la presencia de Dios como amigos, sin ningún impedimento. La antigua religión judía estaba diseñada para producir esa relación de dos maneras. Primera, por la obediencia a la Ley; el que cumplía la Ley era amigo de Dios.
Segunda, se reconocía que esa obediencia perfecta estaba fuera de las posibilidades de cualquier persona; y ahí entraba el sistema sacrificial. Cuando una persona era culpable de haber quebrantado la Ley, se suponía que el sacrificio correspondiente remediaba esa ruptura. Cuando el autor de Hebreos dice que el pueblo de Israel llegó a ser el pueblo de la Ley sobre la base del sacerdocio levítico, quiere decir que sin los sacrificios levíticos que expiaban los pecados la Ley habría sido totalmente imposible. Pero, de hecho, estaba demostrado que el sistema levítico sacrificial era incapaz de restablecer la relación con Dios que el hombre había perdido. Así es que se necesitaba un nuevo sistema: el de la orden de Melquisedec.
Dice que ese sacerdocio difiere del antiguo en que no depende en absoluto de la estructura humana -carnal sería la palabra original-, si no del poder de una vida que es indestructible. Lo que quiere decir es que cada una de las reglas que regían el antiguo sistema tenía que ver con el cuerpo físico del sacerdote. Para serlo, tenía que ser descendiente directo de Aarón. Luego había ciento cuarenta y dos defectos físicos que le descalificarían si tuviera alguno de ellos. Algunos se detallan en Levítico 21:16-23. La ceremonia de ordenación se perfila en Levítico 8. (i) Se le bañaba en agua para quedar ritualmente limpio. (ii) Se le vestía con los cuatro artículos sacerdotales (los calzones de lino, la túnica tejida de una pieza, la tiara y el cinto). (iii) Se le ungía con óleo. (iv) Se le ponía en el lóbulo de la oreja derecha, en el dedo pulgar de la mano derecha y en el dedo gordo del pie derecho, sangre de ciertos sacrificios que se habían hecho. Cada detalle afectaba al cuerpo del sacerdote. Una vez ordenado tenía que cumplir muchas abluciones con agua y unciones con óleo; tenía que cortarse el pelo de cierta manera. El sacerdocio aarónico dependía de cosas físicas desde el principio hasta el fin. El carácter, la habilidad y la personalidad no entraban para nada. Pero el nuevo sacerdocio dependía de una vida que es indestructible. El sacerdocio de Cristo no dependía de cosas físicas, sino de lo Que Él era en Sí mismo. Aquí tenemos una verdadera revolución; ya no eran las ceremonias ni las observancias externas lo que hacía al Sacerdote, sino el valor interior.
Además, había otro gran cambio de consecuencias fundamentales. La Ley era tajante en cuanto a que todos los sacerdotes tenían que ser de la tribu de Leví y descendientes de Aarón. Pero Jesús pertenecía a la tribu de Judá. Por tanto, el hecho de que Él es el nuevo Sumo Sacerdote implica que la Ley se ha cambiado; se ha suprimido. La palabra que se usa para la cancelación es athetésis; es la que se usa para la anulación de un tratado, la abrogación de una promesa, la supresión de un nombre del registro y para dejar una ley o regla sin efecto. Toda la parafernalia de la ley ceremonial quedó borrada en el sacerdocio de Jesús. Por último, Jesús puede hacer lo que el antiguo sacerdocio no podía: puede darnos acceso a Dios. ¿Cómo? ¿Qué es lo que le impide al hombre el acceso a Dios? (i) El miedo. Mientras Dios le inspire terror al hombre, éste no puede confiar en Dios. Jesús vino para mostrarles a los hombres el amor infinito y tierno del Dios cuyo Nombre es Padre... ¡y el horrible terror desapareció! Ahora sabemos que Dios quiere que volvamos a casa, no para castigarnos, sino para recibirnos con los brazos abiertos. (ii) El pecado. Jesús ofreció en la Cruz el Sacrificio perfecto que expía el pecado. El miedo ha desaparecido; el pecado ha sido conquistado; el camino hacia Dios está abierto para todos.
EL SACERDOCIO SUPREMO
Hebreos 7:21-25
Y como en todo esto se interpuso un juramento porque los sacerdotes levíticos se ordenaban sin juramento, pero Él con un juramento, como dice la Escritura refiriéndose a Él: «El Señor lo juró, y no se volverá atrás: "Tú eres Sacerdote para siempre ">-Jesús es el garante de un mejor Pacto. Además, en el Antiguo Pacto había que seguir ordenando más y más sacerdotes levíticos porque la muerte les impedía seguir ejerciendo; mientras que Él tiene un sacerdocio que no se acabará nunca, porque Él permanece para siempre. Por eso mismo Le es posible en todas las circunstancias y en todo tiempo, ya que está vivo para siempre, salvar a los que vienen a Dios por medio de Él.
El autor de Hebreos acumula pruebas de la superioridad del sacerdocio de la orden de Melquisedec, el de Jesús, sobre el antiguo sacerdocio levítico. Aquí aduce otras dos pruebas.
Primera: hace hincapié en el hecho de que la institución del sacerdocio de la orden de Melquisedec fue confirmada por un juramento de Dios, cosa que no había sucedido con el levítico. La cita es del Salmo 110:4: «El Señor ha jurado, y no se volverá atrás: «Tú eres Sacerdote para siempre de la orden de Melquisedec.»» La idea de que Dios haga un juramento ya es alucinante. Hace mucho, ya Filón lo había advertido. Señaló que la única razón para hacer un juramento es porque la palabra de un hombre a secas no es garantía de credibilidad; pero si se jura, entonces sí. Dios no necesita nunca hacer un juramento, porque es imposible que no sea creíble Su palabra. Por tanto, si Dios llega a confirmar Su palabra con un juramento, lo que dice debe de ser de importancia capital. Así que es posible que desaparezca el sacerdocio ordinario; pero el sacerdocio de Jesucristo nunca podrá dejar de existir, porque Dios ha jurado que será para siempre.
Como Su sacerdocio ha sido confirmado con un juramento, Jesús es garante de un Pacto mejor. Recordemos que la misión del sacerdote y de toda religión es abrir el camino de acceso a Dios. Aquí nos encontramos con la palabra pacto. Pronto tendremos que examinarla en más detalle; de momento es suficiente decir que un pacto es en esencia un acuerdo entre dos personas o partes que se comprometen a cumplir mutuamente ciertas condiciones.
Había un Antiguo Pacto entre Israel y Dios: que si los israelitas obedecían fielmente la Ley de Dios, el camino de acceso a
Su amistad siempre estaría abierto para ellos. En Éxodo 24:1-8 vemos cómo entró la nación de Israel en aquel Pacto con Dios: Moisés tomó el libro de la Ley y se lo leyó al pueblo, que respondió con las palabras: «Haremos todas las cosas que el Señor ha dicho, y obedeceremos» (versículo 7). El antiguo acuerdo estaba basado en la obediencia a la Ley; y seguía vigente siempre que los sacerdotes siguieran haciendo sacrificios para expiar las desobediencias a la Ley. Jesús es el garante de un Nuevo Pacto mejor, de una nueva relación entre el hombre y Dios. Y la diferencia es que, el Antiguo Pacto estaba basado en la ley, la justicia y la obediencia; el Nuevo Pacto está basado en el amor y en el perfecto Sacrificio de Jesucristo. El Antiguo Pacto estaba basado en lo que el hombre tenía que hacer; y el nuevo, en el amor de Dios.
¿Qué quiere decir el autor de Hebreos con eso de que Jesús es el garante (énguyos) del Nuevo Pacto? Un énguyos es uno que da seguridad. Se usa, por ejemplo, de una persona que garantiza o sale fiadora (R-V) o avala el préstamo de un banco; es la seguridad de que se pagará el dinero. Se usa de alguien que responde por un prisionero: que garantiza que el prisionero se presentará a juicio. E1 énguyos es el que garantiza que el acuerdo se va a respetar.
Entonces, ¿qué quiere decir el autor de Hebreos? Se podría preguntar: «¿Cómo sabemos que el Antiguo Pacto ya no está vigente? ¿Y que el acceso a Dios ya no depende de lo que el hombre pueda alcanzar con su obediencia, sino de recibir sencillamente el amor de Dios?> La respuesta es: «Jesucristo sale fiador (R-V) de que es así. Él es el garante que promete que el amor de Dios cumplirá su parte, sencillamente con que Le tomemos la Palabra.» Para decirlo de la manera más sencilla que nos es posible: Tenemos que creer que, cuando miramos a Jesús en todo Su amor, estamos viendo cómo es Dios.
El autor de Hebreos introduce una segunda prueba de la superioridad del sacerdocio de Jesús. El antiguo sacerdocio no tenía estabilidad. Los sacerdotes morían, y otros tenían que ocupar su puesto; pero el sacerdocio de Jesús es para siempre. Lo que importa en este pasaje son los matices y las implicaciones de las palabras del autor que casi no se pueden traducir.
Dice que el sacerdocio de Jesús nunca será desfasado (aparabatos). Aparabatos es un término legal. Quiere decir inviolable.
Un juez establece que su decisión debe permanecer aparabatos, inalterable. También quiere decir intransferible.
Describe algo que pertenece a una persona y que no se puede transferir a ninguna otra. Galeno, el autor de obras de medicina, la usa para describir una ley absolutamente científica, que no se puede violar, como los principios sobre los que está fundado y se mantiene unido el universo. Así que, cuando el autor de Hebreos dice que el sacerdocio de Jesús es algo de lo que no se Le puede despojar, ni puede poseer ningún otro, es algo tan estable como las leyes que mantienen el universo.
Jesús es y seguirá siendo siempre el único camino hacia Dios. El autor de Hebreos usa otra palabra maravillosa acerca de
Jesús, y dice que ÉL permanece para siempre (paramenein). Ese verbo tiene dos matices característicos. Primero, quiere decir seguir en oficio. Nadie podrá jamás despojar a Jesús Su ministerio; para toda eternidad Él seguirá siendo el único que puede introducir los hombres a Dios. Segundo, quiere decir continuar en la capacidad de siervo. Gregorio Nacianceno hace provisión en su testamento para que sus hijas permanezcan (paramenein) con su madre todo el tiempo que ella viva. Habrán de quedarse con ella y ser su ayuda y su apoyo. Un papiro habla de una chica que debe permanecer (paramenein) en una tienda tres años para saldar con su trabajo una deuda que no puede pagar. Hay un contrato en un papiro que trata de un chico que se admite como aprendiz, que debe permanecer (paramenein) con su maestro tantos días extra como ha hecho novillos. Cuando el autor de Hebreos dice que Jesús permanece para siempre, en esa frase está envuelta la idea maravillosa de que Jesús estará siempre al servicio de la humanidad. En la eternidad, como cuando estaba en el tiempo. Por eso es el único y suficiente Salvador. En la Tierra sirvió a los hombres y dio Su vida por ellos; en el Cielo, todavía está para interceder por ellos. Es Sacerdote para siempre, el único que estará siempre abriendo la puerta de la amistad con Dios y es para siempre el gran Servidor de la humanidad.
EL SUMO SACERDOTE QUE NECESITÁBAMOS
Hebreos 7:26-28
¡Ese era el Sumo Sacerdote que necesitábamos! Uno que es santo, que jamás ha hecho daño a nadie, que es sin mancha, distinto de los pecadores y que está por encima del mismo Cielo. AL contrario de lo que pasaba con los otros sumos sacerdotes, Él no tiene por qué ofrecer sacrificio todos los días en primer lugar por sus propios pecados y luego por los del pueblo. Esto lo hizo de una vez para siempre cuando Se ofreció en Sacrificio a Sí mismo.
Porque la Ley nombraba sumos sacerdotes a hombres sujetos a debilidades; pero la palabra del juramento que ha venido después de la Ley ha nombrado a Uno que es Hijo y que está totalmente capacitado para ejercer su ministerio para siempre.
El autor de Hebreos continúa desarrollando el pensamiento de Jesús como Sumo Sacerdote. Empieza este pasaje usando una serie de grandes palabras y frases para describirle.
(i) Dice que Jesús es santo (hosios). Esta palabra se aplica a Jesús en Hechos 2:27 y 13:35; se usa del Señor en Apocalipsis
15:4 y 16:5; del obispo cristiano en Tito 1:8; de las manos que el hombre debe presentar a Dios en oración en 1 Timoteo 2:8. Esta palabra encierra una idea especial. Siempre describe a la persona que cumple fielmente su deber para con Dios. La describe, no tanto como les parece a sus semejantes, sino como es para Dios. Hosios contiene la más grande de todas las bondades, la que es pura a la vista de Dios.
(ii) Dice de Jesús que jamás ha hecho daño a nadie (ákakos, inocente fue quiere decir lo mismo- en R-V). Kakía es la palabra griega para maldad; por tanto, ákakos describe al que está tan libre de todo mal que no queda en él sino bondad.
Describe a la persona en su comportamiento con sus semejantes. Sir Walter Scott pedía que se le reconociera que, como escritor, él no había corrompido la moralidad ni dañado la fe de nadie. El que es ákakos está tan limpio, que su presencia es como un antiséptico; y en su corazón no hay nada más que el amor misericordioso de Dios.
(iii) Dice que Jesús es sin mancha (amíantos). Amíantos describe a aquella persona que está totalmente libre de toda clase de defectos que pudieran impedirle acercarse a Dios. Una víctima que tuviera algún defecto ya no podía ofrecérsele a Dios; el hombre contaminado no podía acercarse a Él; sin embargo el que es amíantos está capacitado para entrar en Su presencia.
(iv) Dice que Jesús es distinto de los pecadores. Esto no quiere decir que Jesús no fuera realmente un hombre. Era distinto de los pecadores porque, aunque sufrió todas las tentaciones de un hombre, las venció a todas y se mantuvo sin pecado. La diferencia entre Él y cualquier hombre radica, no en que no fuera completamente humano, sino en que es el Único en el Que se encuentra perfecta la humanidad.
(v) Dice que Jesús está por encima del mismo Cielo. En esta frase expresa la exaltación de Jesús. Si la frase anterior presentaba la perfección de Su humanidad, ésta presenta la perfección de Su divinidad. El Que fue un hombre entre los hombres ha sido exaltado a la diestra de Dios, a la gloria que tuvo antes que el mundo fuese (Juan 17:5).
El autor de Hebreos introduce ahora otro aspecto en el que el sacerdocio de Jesús es infinitamente superior al levítico. Antes de ofrecer sacrificio por los pecados del pueblo, el sumo sacerdote tenía que ofrecerlo por sus propios pecados, porque él también era pecador.
El autor está pensando especialmente en el Día de la Expiación. Este era el gran día en que se hacía expiación por todos los pecados del pueblo, el día en que el sumo sacerdote cumplía su ministerio exclusivo. Por lo general era el único día en que era él el que ofrecía los sacrificios. Todos los demás días lo hacían los sacerdotes subordinados; pero el Día de la Expiación oficiaba el sumo sacerdote en persona.
El primer acto del ritual era el sacrificio por los pecados del sumo sacerdote. Se lavaba las manos y los pies; se quitaba la ropa lujosa, y se vestía de lino blanco purísimo. Entonces le traían el becerro que él mismo había comprado con su propio dinero. Ponía las dos manos en. la cabeza del becerro para transferirle sus pecados, y hacía la siguiente confesión: < Ah, Señor Dios, he cometido iniquidad; he cometido transgresión; he pecado, yo y mi casa. Oh Señor, Te suplico que cubras las iniquidades, transgresiones y pecados que he cometido, cometiendo transgresión y pecado delante de Ti, yo y mi casa.»
El más grande de todos los sacrificios levíticos empezaba con el sacrificio de un becerro por los pecados del sumo sacerdote.
Ese era un sacrificio que Jesús no tenía necesidad de hacer, porque Él no tenía pecado. El sumo sacerdote levítico era un hombre pecador que ofrecía sacrificios de animales por el pueblo pecador; Jesús era el Hijo de Dios sin pecado, ofreciéndose a Sí mismo por el pecado de toda la humanidad. Era la Ley la que había nombrado al sumo sacerdote levítico; pero fue el juramento de Dios lo que dio a Jesús Su ministerio; y por ser Él Quien era, el Hijo de Dios sin pecado, estaba dotado para su ministerio como nunca lo podía estar ningún sumo sacerdote levítico.
Aquí hace el autor de Hebreos lo que ya ha hecho varias veces en esta carta: deja una señal para indicar la dirección que va a tomar. Dice de Jesús que se ofreció a Sí mismo. En un sacrificio hacían falta dos: el sacerdote y la víctima. El autor de Hebreos ha demostrado mediante un largo y complicado argumento que Jesús es el Sumo Sacerdote perfecto; ahora va a pasar a otro pensamiento: que Jesús es también la ofrenda perfecta. Sólo Jesús podía abrir el camino que conduce hacia Dios, porque Él era el perfecto Sumo Sacerdote y ofreció el Sacrificio perfecto: el de Sí mismo.
Hay mucho en este argumento que nos resulta difícil de comprender. Se nos habla en términos de ritual y de ceremonias de hace mucho tiempo; pero hay algo eterno que permanece. El hombre busca la presencia de Dios; su pecado ha levantado una barrera entre él y Dios, pero está inquieto hasta que encuentre su descanso en Dios; y Jesús es el único Sacerdote que puede presentar la Ofrenda que abre de nuevo el camino para que los hombres vuelvan a Dios.
William Barclay
He was later appointed to the position of Senior Lecturer in New Testament and Hellenistic Greek.In 1956, Barclay's scholarship was recognised by Edinburgh University, which conferred on him the Degree of Doctor of Divinity.Fue reconocido por la Universidad de Edimburgo, que le confirió el grado de Doctor en Divinidad. Professor Barclay was also the Examiner in New Testament at the Universities of Aberdeen, Edinburgh, St. Andrews and Leeds.Profesor Barclay fue también el examinador en el Nuevo Testamento en las Universidades de Aberdeen, Edimburgo, St. Andrews y Leeds. He held the Bruce Lectureship (1936 - The Use of the New Testament in the Early Fathers), The Kerr Lectureship (1954-1957 - Educational Ideals in the Ancient World), and the Croall Lectureship (1954-1957 - The Ethical Vocabulary of Saint Paul).Ocupó la Cátedra Bruce (1936 - El uso del Nuevo Testamento en los Primeros Padres), la Cátedra Kerr (1954-1957 - Ideales para la Educación en el Mundo Antiguo), y la Cátedra Croall (1954-1957 - El vocabulario de San Éticos Pablo). Other academic positions held by Professor Barclay were membership f the Society for New Testament Studies and of the International Conference on Patristic Studies.Otros cargos académicos por el profesor Barclay fueron la procedencia la Sociedad para Estudios del Nuevo Testamento y de la Conferencia Internacional sobre la Patrística. He was also a director of the National Bible Society of Scotland, a member of the Translating Committee of the New English Bible, and translator on the Apocryphal Panel. También fue director de la Sociedad Bíblica Nacional de Escocia, un miembro del Comité de Traducción de la Biblia Pastoral Inglés, y traductor en el Panel de apócrifos. From 1943 until 1947 Barclay was Editor of the Sunday School Teachers Magazine, and contributed a regular weekly page in the British Weekly, a regular monthly page in the Expository Times and was a regular contributor to Young Scotland.Desde 1943 hasta 1947 Barclay fue editor de la revista dominical Maestros y Profesores, y contribuyó con una página normal semanal en la revista británica, una de páginas mensuales regulares en el Times expositivo y era un colaborador habitual de jóvenes Escocia. He was also a well-known and popular broadcaster. También fue locutor conocido y popular. In the New Year Honours List of 1969 he was made a Commander of the British Empire En el Año Nuevo de 1969 fue nombrado en la Lista de Honores como Comandante del Imperio Británico

El diezmo en el tiempo de la Gracia

…En realidad creo que toda discusión sobre el tema resulta estéril, toda vez que no advierto, desde mi punto de vista, un argumento teológico doctrinal contundente, que traduzca la obligación de diezmar como una norma aplicable al período de Gracia en que vivimos.En mi opinión, el mandato del diezmo es de aplicación exclusiva para el período de la Ley.
El pueblo de Israel del Antiguo Testamento, rigió su conducta, moral, religión y destino, de acuerdo a la Ley de Dios. Tengamos en cuenta que, por ese entonces, el Espíritu Santo, no habitaba en los corazones de los judíos, tal como entendemos que lo hace en los creyentes salvos a partir de Jesucristo. Hoy en día, el Espíritu Santo constituye el sello que garantiza la entrada a la Salvación. En los tiempos de Israel, la Salvación se pretendía obtener a partir del cumplimiento de preceptos legales, obviamente emanados del mismísimo Jehová. La organización social, educacional, religiosa, militar, económica, etc. estaba reglamentada a partir de la Ley. Toda la nación se regía, o debería hacerlo, por los estatutos bíblicos.
Con el advenimiento de la Gracia, todo cambia. El Pueblo de Dios ya no es una nación-estado. Las estructuras legales que daban forma a la nación hebrea no dejan de ser importantes, pero esta importancia ya no tiene que ver con su vigencia. La Ley es ahora, historia, ejemplo y fundamentalmente testimonio.
A partir de la Ley, se vio la sabiduría de Jehová en los grandes imperios de la antigüedad. Basta recordar a José en Egipto, al profeta Daniel en Babilonia, o a Jonás en Nínive.Pero, ¿es lógico pensar en aplicar la Ley en la Iglesia creada por Jesucristo? Desde lo objetivo, resultaría poco práctico. Desde lo teológico constituiría una aberración.
Con Jesucristo, el orden de Dios se establece de acuerdo a un concepto absolutamente distinto al de la Ley. Nótese que no hablo de desgobierno, sino de un nuevo status organizativo.
El Nuevo Pacto organiza a la Iglesia como un cuerpo, con Cristo como cabeza, con los creyentes como miembros y con el Espíritu Santo como la sangre, que fluye entre ellos, vivificando célula por célula, comunicando órgano con órgano, dirigiendo cada movimiento de este cuerpo que es la Iglesia.
Con la Gracia, la Ley es obsoleta. Y por cuanto el diezmar, es una norma que forma parte de ésa ley, su validez está caduca.
Para el cristiano de la Iglesia de Jesucristo, si bien creo que no es obligatorio entregar una parte de los ingresos, el compromiso es definitivamente mayor, ya que todo el ser, espíritu, alma y cuerpo, pasa a ser 100% dominio o propiedad de Cristo. El cristiano tiene que entregar todas las áreas de su vida al manejo del Espíritu Santo, con el fin de buscar la santidad, camino y objetivo.
La vida de una persona transcurre en diferentes áreas: Afectiva, social, laboral, económica, intelectual, religiosa, artística, deportiva, sanitaria, familiar, etc. Resulta una pretensión mezquina, restringir la entrega a Dios de solo un área de nuestra existencia, y mucho peor si se porcentual a un diezmo de ella.La plenitud de la vida en Cristo implica una entrega total, pero nunca obligada, pues ya no se está bajo la Ley sino de la Gracia.
En la Ley la acción de DAR es una obligación, en cambio, en la Gracia, el DAR es una bendición.
En la segunda carta a los Corintios, Pablo escribe: “El que siembra escasamente, escasamente cosechará, y el que siembra en abundancia, en abundancia cosechará. Cada uno debe dar según lo que haya decidido en su corazón, no de mala gana, ni por obligación, porque Dios ama al que da con alegría”En este pasaje, Pablo se expresa de manera inobjetable, acerca de cuál debe ser la medida para dar, poniendo en un nivel de importancia superior, la voluntad y la acción por sobre la cantidad.
La doctrina mas irradiada acerca del destino de los diezmos, se relaciona con el sostenimiento de los pastores, obreros, misioneros, etc. La fundamentación de tal enseñanza radica en el mandamiento dado a los judíos del Antiguo Testamento, de entregar los diezmos para el mantenimiento de los levitas. Resulta interesante que Pablo, quien en infinidad de oportunidades trató el tema del sostén económico a los misioneros y pastores, no haga mención a la obligación de diezmar con ese objetivo. Antes bien en el mismo capítulo, hace notar que todo lo que se da, debe producir acción de gracias a Dios.
La disertación más prolongada, vista sobre el tema en el Nuevo Testamento, está dada por el apóstol Pablo en su carta a los Hebreos. Recordemos y tengamos en cuenta que a éstos se les debió la aclaración, ya que a los judíos del Antiguo Testamento se los obligó por Ley a la entrega de los diezmos.
Resulta interesante que el mandato de diezmar no es convalidado por Jesucristo, para el tiempo de la Gracia que habría de venir, período que comenzaría con el Pentecostés. Tampoco Pablo plantea la obligación al resto de las Iglesias a las que envía sus epístolas.

Dr. Daniel E. Dañeiluk Médico, egresado de la UBA en 1992. Realizó postgrados en Diabetología y Medicina Forense. Actualmente se desempeña en el Depto. Médico Legal del Servicio Penitenciario Federal, como Médico Forense con jerarquía militar. Músico. Director Coral. Uno de los fundadores y primer Director de la Agrupación Hosanna. Iglesia El Faro.

sábado, 17 de abril de 2010

Diezmo en el Nuevo Testamento.

En una reciente columna de First Person columnen Baptist Press, Mark Coppenger emitió una corrección de algo que dijo mientras hablaba en Southern Seminary (El Seminario del Sur en Louisville, estado norteamericano de Kentucky): el diezmo de las personas no debería esta basado en sus ingresos netos sino en sus ingresos brutos. En esto, Coppenger propone extensamente la respuesta (afirmativa) a más de un aspecto fundamental: ¿Deberían, en primer lugar, los creyentes diezmar? En esta creencia Coppenger no está solo. De hecho, un diezmo mínimo de diez por ciento es el requerimiento regularmente asumido a nivel popular y en muchas de nuestras iglesias. Sin embargo, como gente del Libro, deberíamos tomar el patrón de las Escrituras, adecuadamente interpretadas, la cual requiere un examen cuidadoso de las enseñanzas escriturales en el área de diezmos y, más ampliamente, en la mayordomía cristiana y la disciplina de dar.
La palabra “diezmo” significa literalmente “un décimo” y es comúnmente usada para referirse a dar el diez por ciento del ingreso a Dios. Sin embargo, desde el comienzo, debe hacerse notar que en ningún sitio fue el dinero diezmado. El diezmo en el Antiguo Testamento siempre se refería al producto de la tierra y de las crías. Algunos podrían responder que este es el caso porque la gente vivía en una sociedad agrícola. Aunque esto es verdad, sin embargo, “el dinero” es mencionado, al menos treinta veces en el libro de Génesis solamente (Gen. 17: 12, 13, 23, 27; 31:15; 33:19; etc.). Por lo tanto, antes que el diezmar se mencionara en la ley de Moisés (Levítico. 27:30), ya se había mencionado el dinero cerca de cuarenta veces. ¡La última referencia al dinero antes de mencionar el acto de diezmar en la ley de Moisés provee incluso reglas para un antiguo sistema bancario (Levítico 25:37)!
Ambos Testamentos ven los diezmos en el marco de referencia del acto de dar y la alabanza. Antes de dar en la ley de Moisés, diezmar no era algo sistemático, una práctica continua u ocasional, incluso excepcional, forma de dar (Génesis 14:20; comparar con Hebreos 7:4; Génesis 28:22). La ley de Moisés incluye estipulaciones acerca de los diezmos (Levítico 27:30-33; Números 18:21; Deuteronomio 14:22-29), los levitas, los festivales y los pobres (o bienestar welfare). Al sumarlos todos, el diezmo anual de los israelitas sobrepasaba el diez por ciento de su ingreso anual. De las siete referencias al diezmo en los libros históricos y proféticos del Antiguo Testamento, la más importante está en Malaquías 3:8 al 12 (comparar con 2do de Crónicas 31:5-6, 12; Nehemías 10:38–39; 12:44–47; 13:5, 12; Amós 4:4), donde se le dice a la gente que traigan sus “diezmos y ofrendas” (levíticos) al “almacén” o alfolí de Dios y se les promete bendiciones agrícolas a aquellos que cumplan.
Debe notarse que en Malaquías, el retener los diezmos era una señal de un patrón extenso de desobediencia. El diezmo mencionado por el profeta es el diezmo levítico (Números 18:21). Las ofrendas a las cuales se hace referencia es hecha era una fuente principal de ingresos de los sacerdotes y era una ofrenda requerida (no era voluntaria). La Invitación a probar a Dios está limitada al contexto de Malaquías 3 y no debe ser universalizada. Por esta razón, la recompensa agrícola prometida no se puede continuar a la gente de hoy día. Más aún, si este pasaje fuera aplicado consistentemente hoy, las ofrendas, las que quienes abogan por diezmar se refieren a la porción en que se da por libre voluntad de dar que ocurre después que uno ha diezmado, no son por voluntad propia, sino que son requeridas tal y como lo son los diezmos. Por lo tanto, si alguien debiera dar solamente el 10% (no que los judíos dieran solamente diez por ciento), esta persona aún estaría en pecado por robar las “ofrendas” de Dios.
Las referencias a diezmar en el Nuevo Testamento están limitadas a tres pasajes. En Mateo 23:23, el diezmo del Antiguo Testamento requerido es sobreentendido por la audiencia de Jesús. Los escribas y fariseos están escoriados por priorizar la minuciosidad de la ley por encima de asuntos más relevantes. Jesús no estaba hablando a los miembros de una iglesia, sino a judíos que aún estaban bajo el Antiguo Pacto y por lo tanto, obligados a dar. De la misma manera, Jesús en Lucas 18:9-14 denuncia el orgullo religioso inapropiado basándose en el solo cumplimiento de la ley. Finalmente, Hebreos 7, explica la entrega de Abraham de los diezmos a Mequisedec en el contexto de la supremacía del sacerdocio de Melquisedec con respecto al sacerdocio levítico. Ninguno de estos pasajes tiene el diezmar como tema principal, y ninguno ordena diezmar para la nueva era del pacto. El caso de diezmar basado en un sistema teológico mayor o sus consideraciones pragmáticas caen en que, al igual que la circuncisión, Jesús cumplió los requerimientos de diezmar y los reemplazó con una orden para los creyentes del Nuevo Testamento de entregarse a sí mismos a Dios y dar abundantemente de sus recursos (1ra Corintios. 9:1–23; 16:1–4; 2da Corintios. 8–9; Filipenses. 4:15–17).
¿Dónde deja eso a los creyentes del Nuevo Testamento? No estamos aceptando que esté bien dejar de dar. De hecho, el Nuevo Testamento tiene suficiente guía acerca del tema de dar. Segunda a los Corintios 8 nos dice que dar debe ser impulsado por una relación, por gracia y por amor. Sin embargo, no se menciona nada con respecto al diez por ciento. Más aún, 1ra a los Corintios 16 nos enseña que cada creyente debería dar; en forma consistente o sistemática (aunque allí la referencia es a una colección especial); y que la cantidad es relativa al ingreso de cada quien.
La segunda carta a los Corintios 9 estipula que la cantidad debe basarse en la disposición del corazón de cada quien (v.7); que debemos dar a fin de suplir las necesidades de otros creyentes; y que nuestra motivación debe ser la gratitud a Dios por todo lo que él ha hecho por nosotros. Esto es solo un ejemplo de los muchos principios que el Nuevo Testamento da a los creyentes a fin de dirigirlos en el tema de dar.
Si desea mayor profundización, ver el estudio en inglés en serie de dos partes “¿Robará el hombre a Dios? (Malaquías 3:8): Un estudio de los diezmos en el Antiguo y Nuevo Testamentos” y “Reconstruir un modelo Bíblico de dar: una discusión de asuntos sistemáticos relevantes y de principios del Nuevo Testamento,” Bulletin of Biblical Research 16/1 (2006): 53–77 y 16/2 (2006): 237–60.
Mark T. Coppenger .Profesor de la apologética cristiana. Además de enseñar en el Seminario del Sur, el Dr. Coppenger es pastor de Evanston (Illinois) la Iglesia BautistaIn addition to teaching at Southern Seminary, Dr. Coppenger is pastor of Evanston (IL) Baptist Church, BCM director of Northwestern University, and managing editor of the online Kairos Journal., director de BCM de la Universidad Northwestern, y jefe de redacción del Diario en línea Kairos. Ha servido como pastor de la Primera Iglesia Bautista de El Dorado, Arkansas, director ejecutivo de la Convención Estatal de Bautistas en Indiana, presidente de la Comisión de Resoluciones SBC, presidente del Seminario del Medio Oeste, y el término misión de voluntariado de corta a Brasil, Rusia , Rumania, Bélgica, Egipto y Sudán. He is a retired, infantry officer. Él es un oficial retirado, de infantería.

viernes, 16 de abril de 2010

Referencias cruzadas de 2 Corintios 9:7.

Éxodo 25:2 Di a los hijos de Israel que tomen una ofrenda para mí; de todo aquel cuyo corazón le mueva a hacerlo, tomaréis mi ofrenda.
Deuteronomio 15:10 Con generosidad le darás, y no te dolerá el corazón cuando le des, ya que el SEÑOR tu Dios te bendecirá por esto en todo tu trabajo y en todo lo que emprendas.
1 Crónicas 29:9 Entonces el pueblo se alegró porque habían contribuido voluntariamente, porque de todo corazón hicieron su ofrenda al SEÑOR; y también el rey David se alegró en gran manera. 1 Crónicas 29:17 Sabiendo yo, Dios mío, que tú pruebas el corazón y te deleitas en la rectitud, yo he ofrecido voluntariamente todas estas cosas en la integridad de mi corazón; y ahora he visto con alegría a tu pueblo, que está aquí, hacer sus ofrendas a ti voluntariamente.
Proverbios 11:25 El alma generosa será prosperada, y el que riega será también regado. Romanos 12:8 el que exhorta, en la exhortación; el que da, con liberalidad; el que dirige, con diligencia; el que muestra misericordia, con alegría.
2 Corintios 8:12 Porque si hay buena voluntad, se acepta según lo que se tiene, no según lo que no se tiene.
Filemón 1:14 pero no quise hacer nada sin tu consentimiento, para que tu bondad no fuera como por obligación, sino por tu propia voluntad.

Distintas versiones sobre 2 Corintios 9:7.

La Biblia de las Américas (© 1997 Lockman)Que cada uno dé como propuso en su corazón, no de mala gana ni por obligación, porque Dios ama al dador alegre.
La Nueva Biblia de los Hispanos (© 2005 Lockman)Que cada uno dé como propuso en su corazón, no de mala gana ni por obligación, porque Dios ama al que da con alegría.
Reina Valera (1909)Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ó por necesidad; porque Dios ama el dador alegre.
Sagradas Escrituras (1569)Cada uno como propuso en su corazón (haga): no con tristeza, o por necesidad; porque Dios ama al dador alegre.

Comentario Biblico de Matthew Henry

Vv. 6—15. El dinero donado con caridad puede parecer tirado a la basura para la mente carnal,
pero cuando se da sobre la base de los principios apropiados, es semilla sembrada de la cual puede
esperarse un valioso incremento. Hay que dar con cuidado. Las obras de caridad, como todas las
demás buenas obras, deben hacerse de manera reflexiva e intencionada. La debida reflexión sobre
nuestras circunstancias, y la de aquellos a quienes vamos a socorrer, orientará nuestras dádivas al
servicio de la caridad. La ayuda debe darse con generosidad, sea más o menos, no con renuencia,
sino con alegría. Mientras algunos desparraman y aun así crecen, otros retienen más de lo que se ve
y eso lleva a la pobreza. Si tuviésemos más fe y amor desperdiciaríamos menos en nosotros
mismos, y sembraríamos más con la esperanza de un crecimiento abundante. —¿Puede un hombre
perder haciendo aquello con que Dios se agrada? Él puede hacer que toda la gracia abunde para con
nosotros, y que abunde en nosotros; puede dar un gran crecimiento de las buenas cosas espirituales
y de las temporales. Puede hacer que tengamos suficiente en todas las cosas y que nos contentemos
con lo que tenemos. Dios no sólo nos da bastante para nosotros mismos, sino además para que
podamos suplir con ello las necesidades del prójimo, y esto debe ser como semilla para sembrar.
Debemos mostrar la realidad de nuestra sujeción al evangelio por las obras de caridad. Esto será
para mérito de nuestra confesión y para la alabanza y la gloria de Dios. Propongámonos imitar el
ejemplo de Cristo, sin cansarnos de hacer el bien, y considerando que es más bienaventurado dar
que recibir. —Bendito sea Dios por el don inefable de su gracia, por la cual capacita e inclina a
algunos de su pueblo a dar a los demás, y a otros a estar agradecidos por ello; y bendito sea para
toda la eternidad su glorioso nombre por Jesucristo, el don de valor inapreciable de su amor, por
medio del cual estas y todas las otras cosas, que pertenecen a la vida y la piedad, nos son dadas
gratuitamente, más allá de toda expresión, medida o límite.

Diezmo. Charles Hadson Spurgeon. Sermón 27/08/1868

¿Por qué Dios ama al dador alegre?
Yo deseo ardientemente cumplir mi ministerio, especialmente en lo tocante al deber de predicarles todas las doctrinas de la palabra de Dios, y no ser encontrado culpable de limitarme únicamente a un conjunto de tópicos, pues esto podría resultar placentero, pero no sería de mucho provecho para ustedes. Si me fuese dado elegir, me encantaría predicar de continuo sobre la doctrina del amor eterno e inmutable de Dios. Para mí sería un deleite extenderme, cada domingo y ciertamente en cada sermón, en la sencilla doctrina de la justificación del pecador delante de Dios, por medio de la fe en Jesucristo.Pero en la Escritura encontramos otras cosas además de éstas. No todos los temas registrados en la Escritura están allí para consuelo nuestro. No todo son promesas; no solamente encontramos palabras de aliento para mentes débiles y espíritus desconsolados. Hay otras palabras además de aquellas que son útiles para consolar: palabras de dirección y palabras de precepto. Si rehuyéramos estas palabras, si nunca tuvieran una participación en el curso de nuestro ministerio, entonces alguna grave enfermedad brotaría en la iglesia, ya que no se les habría suministrado una relevante porción del "pan necesario." Por tanto, me pareció apropiado hablarles esta noche sobre este tema, y con mayor razón ahora que no tendremos una colecta. No se les está pidiendo nada, y por eso me siento en entera libertad de resaltar la instrucción de este texto. Ustedes verán que mi claro objetivo es desentrañar la enseñanza de la palabra, sin ningún propósito ulterior. Mi meta es promover ese resultado que Dios mismo quiere obrar en ustedes, mediante las palabras bajo nuestro escrutinio. Recuerden que son palabras de indudable inspiración, y por ello son dignas de toda aceptación, como lo es cualquier otra frase salida de la boca divina.Hermanos, en la iglesia de Dios hay varias formas de servicio. Hay unos que han recibido el don de edificar a otros; ésos están obligados a instruir con diligencia a sus oyentes, y a explicar las Escrituras. A otros les es dado evangelizar, abrir un terreno fresco y ganar al inconverso; ésos están obligados a no dejar que su mano descanse, sino que deben sembrar la semilla por la mañana y por la tarde. Muchas personas en la familia de Dios no tienen la capacidad de ser maestros en la iglesia ni tampoco ganadores de almas, sino que son llamados a adornar la doctrina de Dios su Salvador en todas las cosas, por medio de los deberes de una vida humilde y tranquila. Tales personas deben cuidarse que su conversación sea siempre digna del Evangelio de Cristo y apropiada para la familia de la fe; y su oración sincera debe ser que la predicación de los demás pueda ser ilustrada por ellos en su diario caminar y en su conversación.Una parte considerable de la iglesia de Dios es llamada a un servicio aun más difícil, es decir, al servicio del sufrimiento. Dios recibe gloria inclusive del fuego de la aflicción, cuando Su pueblo entona Sus merecidas alabanzas desde la cama de la enfermedad. Él recibe tanto honor desde el lecho del enfermo como desde el púlpito, y aquellos siervos que son llamados a estar confinados en un hospital, son soldados tan aceptables como aquellos a quienes Él ordena que vayan al frente de la batalla. Cada uno de nosotros debe esperar su turno en la tribulación, de conformidad al propósito de Dios. Cuando se nos ordena que lo hagamos, debemos tomar nuestra cruz con alegría y seguir a nuestro Señor. También a toda la iglesia le es dado, y a cada miembro en su medida, servir a Dios dando. Algunos tienen la capacidad de dar abundantemente de sus riquezas, pues son mayordomos acaudalados. Están obligados a hacerlo, pero no deben ofrendar simplemente porque están obligados, sino que deben sentir que es un privilegio darle todo lo que puedan, pues Él les dio todo y es su todo. El cristiano más pobre no está exonerado de este privilegio. Si posee poco, Dios acepta según lo que tenga, y no según lo que no tenga, y si es tan pobre que ni siquiera puede ofrendar cinco centavos, todavía puede dar a Dios parte de su tiempo, puede ofrecer a Dios la capacidad recibida para enseñar a los niños, o para distribuir literatura cristiana, o para cualquier otra forma de servicio que se encuentre dentro de su alcance.Pero nadie debe dejar de ser dador a Dios de alguna manera, pues todos recibimos bendiciones y todos debemos ofrendar. Démosle nuestras oraciones, démosle nuestras alabanzas, démosle todos nuestros esfuerzos posibles, pero todos debemos ser dadores, y prestando atención al texto, también debemos ser dadores alegres.Ustedes habrán notado que el apóstol Pablo habla acerca de dar a lo largo de todo el capítulo nueve, pero en este punto se pone a hablar de dar como es percibido a los ojos de Dios, y el gran argumento que utiliza, el arma principal es: "Dios ama al dador alegre;" de esto yo entiendo que cuando estamos hablando del servicio cristiano, siempre debemos verlo en su aspecto hacia Dios. El apóstol había hablado de lo que los hombres de Acaya pensaban de la benevolencia, y de lo que los miembros de otras iglesias valorarían de los corintios, pues Pablo se había gloriado de ellos. Pero luego reconsidera y afirma que el verdadero juicio de una buena obra no es lo que pueda pensar de ella la iglesia, o el mundo, sino más bien la estima en la que Dios la tiene. "Dios," dice el apóstol, "ama al dador alegre." Ese es el punto.Amado lector, tú eres un cristiano que profesa su religión. ¿Sirves tú en tu iglesia según este modelo? Podrás preguntarme: "¿qué quieres decir?" Quiero decir lo siguiente: cuando asistes a la casa de Dios, ¿vas allí para adorar a Dios? Cuando enseñas en la escuela dominical, ¿lo haces simplemente para tener una participación con tus compañeros cristianos, o enseñas como para Dios? Tú hablas, hermano mío, en nombre de Dios; ¿acaso no te descubres predicando algunas veces de alguna otra manera que no es como para Dios? Mi querido amigo, tú que te involucras orando en la reunión de oración; ¿acaso nunca te has hecho la siguiente pregunta: "sería mi oración del agrado de quienes la escucharon?" Se te olvida que la oración debe ser vista como para Dios, y que todo el servicio del cristiano no es para el hombre, no es para la iglesia, aunque tenga sus repercusiones en ambas direcciones, sino que su principal orientación y relación es hacia Dios. Hacer todo como para el Altísimo es el más importante de los deberes. No debes vivir en este mundo:

"Despreocupado, yo mismo un moribundo,Siendo estimado por hombres moribundos."

No debes preguntarte nunca ¿qué pensará de mí el señor Fulano de Tal, o, seré alabado o, encontraré la censura?" Más bien debes decir: "puesto que sirvo a mi Dios y no a mis colegas los hombres, ¿qué es lo que me dirá el grandioso Señor? ¿Qué es lo que dirá de mi servicio? ¿Cómo se verá ante Sus ojos: será oro, plata, y piedras preciosas, o, al igual que la madera, el heno y la hojarasca, será consumido por el fuego?" Esta es la verdadera manera de trabajar y vivir. Observen entonces, antes de retomar mi texto y de entrar de lleno en su enseñanza, que ya sea que se trate de servicio, o de enseñanza, o de sufrimientos, o de ofrendar, el punto más importante es hacerlo todo para Dios, y si la iglesia se aplica a esto, allí encontrará su fuerza; serviría a Dios de una manera más noble y más aceptable, pues Él es Espíritu, y quienes le sirven, al servirle en espíritu y en verdad, le servirán más valerosa, abundante, y aceptablemente por medio de Jesucristo.Esto, en relación a la parte externa del texto. "Dios ama al dador alegre." Entonces aprendemos que ya que dar es una parte del servicio cristiano, la manera correcta de hacerlo es de la forma en que el propio Dios lo aceptará, y consiste en dar con alegría. "Dios ama al dador alegre." No pretendo extenderme en cada uno de los puntos, sino que primero voy a observar muy brevemente lo que significa ser un dador alegre; en segundo lugar, por qué el Señor ama al dador alegre; y luego, en tercer lugar, será necesario que digamos una palabra o dos acerca de por qué, nosotros que somos Su pueblo, debemos ser dadores alegres.

I. En primer lugar, ¿QUÉ SIGNIFICA SER UN DADOR ALEGRE?El resto del versículo describe lo que no significa, y así nos ayuda a ver lo que se quiere describir. "No con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre." "No con tristeza," no dando como si desearan evitarlo, y por consiguiente, dando lo menos posible, contando cada centavo, y considerándolo tan valioso como una gota de su sangre. Hay que dar con despreocupación, con espontaneidad, con libertad, con placer; esto es ser un dador alegre. Para lograrlo, uno debe dar proporcionalmente, pues los dadores alegres calculan cuánto deben dar, cuánto se puede esperar de sus manos, como buenos mayordomos. Quien recibe muy buenos ingresos daría de mala gana si no diera más que alguien que sólo tiene la décima parte de esos ingresos. Quien tiene pocos gastos, y vive con poco, si no da más que otro que tiene una familia muy grande y grandes salidas de dinero, no puede decirse que dé alegremente. Evidentemente daría de mala gana si no da proporcionalmente. Mucho se ha dicho acerca de dar un décimo (diezmo) del ingreso al Señor. Soy del parecer que se trata de un deber cristiano que nadie debería cuestionar ni por un instante. Si se trataba de un deber bajo la ley judía, es ahora un deber mucho mayor bajo la dispensación cristiana. Pero es un gran error suponer que el judío solamente daba el diezmo. El judío daba mucho, mucho, mucho más que eso. El diezmo era el pago que debía realizar, pero después de eso venían todas las ofrendas voluntarias, todos los varios dones en diversos tiempos del año, de tal forma que, tal vez, él daba un tercio, o ciertamente algo mucho más aproximado a eso, que el diezmo. Y es extraño que en nuestro tiempo, los seguidores de ídolos tales como los hindúes, den también esa proporción de sus ingresos, avergonzando así totalmente la falta de liberalidad de muchos que profesan ser seguidores de Jesucristo.Sin embargo, a mí no me gusta establecer al respecto ninguna regla para el pueblo de Dios, pues el Nuevo Testamento del Señor no es un gran libro de reglas; no es un libro apegado a la letra, pues la letra mata, sino que es el libro del Espíritu, que nos enseña más bien el alma de la liberalidad y no su cuerpo, y en vez de escribir leyes sobre piedras o papel, escribe leyes en nuestros corazones. Den, queridos amigos, como se lo han propuesto en su corazón, y den proporcionalmente, según el Señor los haya prosperado, y no calculen cuánto deben dar en función de lo que sería respetable que den, o de lo que otras personas esperan que ustedes den, sino como bajo la mirada del Señor, pues Él ama al dador alegre; y como el dador alegre es un dador proporcional, cuídense que, como buenos mayordomos, sólo den cuentas al grandioso Rey.Pero yo he dicho que un dador alegre es también un dador voluntario, uno que no necesita ser "sangrado," como decimos a veces, uno que no necesita que la lanceta sea usada constantemente en él; no como la joven uva, que debe ser presionada y apretada para sacarle el jugo, porque no está madura, sino como un racimo que estalla con jugo vigorizante. Nosotros debemos ser como el panal de miel, goteando constantemente miel virgen, sumamente contentos si nuestros dones pueden ser aceptados por medio de quien es el altar, y que hace aceptables a Dios tanto al oferente como a lo ofrecido. No deberíamos necesitar que se nos predique, ni que se nos exhorte, ni debemos ser presionados mediante llamamientos públicos o solicitaciones privadas. Debería decirse de nosotros lo mismo que se decía de la iglesia de Corinto: "Cuanto a la ministración para los santos, es por demás que yo os escriba." Entonces sé un dador proporcional, y un dador voluntario. Un hombre que da a Dios alegremente ha trascendido el espíritu de un siervo, de un esclavo. El esclavo trae su ración, que está obligado a pagar, y la pone a los pies del capataz, y continúa su camino en miseria. Pero el hijo amado, tan complacido de dar a su Padre lo que puede, coloca su pequeña ofrenda en el tesoro de su Padre, en la medida de lo posible sin ser observado por los hombres; contempla la sonrisa del Padre, y continúa gozoso en su camino. Ustedes no están bajo la ley sino bajo la gracia; por tanto, no deben dar ni hacer ninguna cosa para Dios como por compulsión, como si oyeran el viejo látigo mosaico chasqueando cerca de su oído. Ustedes no deben encorvarse ante el Señor como el hijo de Agar, la esclava, como recién venidos de Arabia y de los temblores del Sinaí; tienen que avanzar alegremente como uno que ha venido del Monte Sion, como el hijo de la promesa: como Isaac, cuyo nombre significa risa; gozándose porque ustedes son capacitados, y favorecidos, y privilegiados para hacer todo por Quien los amó hasta la muerte.El dador alegre es uno que da de todo corazón, y hay una forma de dar de todo corazón, especialmente cuando la ofrenda es la de su tiempo o de su servicio. Algunos dan a Dios su tiempo el día domingo, pero están medio dormidos. Algunos Le dan sus esfuerzos en la escuela, o las clases, o la predicación callejera, pero no parecen poner nunca toda el alma en sus compromisos. Lo que la iglesia necesita hoy día es un servicio más alegre, de mayor entrega. ¿Acaso no sienten ustedes que se les pone la carne de gallina cuando oyen la predicación de algunos hombres: una palabra hoy y otra palabra mañana; y el gélido sermón es expresado de manera tan suave (cuando podrían hablar lo suficientemente alto, si quisieran) que ustedes mismos pueden atestiguar que no pudieron sacudir sus almas con el tema que pretendían grabar en ellas? Con tales predicadores, las congregaciones se vuelven "gradualmente más pequeñas y menos hermosas," porque están bajo la convicción que el predicador no tiene nada que decir que considere digno, pues, de lo contrario, hablaría claro y con denuedo. Oh, si todos los ministros de Cristo, y todos los diáconos, y los ancianos, y los maestros de la escuela dominical, y los predicadores en las calles, y los misioneros en la ciudad, tuvieran fuego, ¡qué personas tan diferentes serían! Si el servicio fuera todo alegría en el sentido de ser intenso, lleno de fuerza, involucrando toda la humanidad del hombre, cuántos tiempos de avivamiento, brillantes y alegres, podríamos esperar, pues en este sentido "Dios ama al dador alegre." Ese dador alegre no desempeña su servicio para cumplir simplemente con el deber, o porque es un asunto de rutina y ha llegado la hora y la gente lo espera, sino que lo hace porque le gusta hablar del amor de Jesús, porque le encanta tratar de ganar almas, porque disfruta al declarar todo el consejo de Dios, porque le gusta ver el rostro de esos amados niños, y orar por ellos, y tomarlos y enseñarles acerca del Salvador que se desangró por los pecadores. Allí donde hay un servicio prestado con la entrega del alma, hay bendición; pero si no servimos a nuestro Señor con alegría, y por consiguiente no lo hacemos de todo corazón, Dios no amará ese servicio, y no se obtendrá ningún resultado.Una cosa sé, que un dador alegre siempre desea poder dar diez veces más de lo que da. Un hacedor alegre siempre anhela tener mayor capacidad para hacer más. Un predicador alegre quisiera poseer mil lenguas, y ninguna de ellas tendría descanso. Amados, ¿acaso no recuerdan haber deseado alguna vez poder alejarse de esta vida monótona, y trepar a una vida espiritual más elevada? ¿Nunca han leído la vida de Henry Martyn, un pulido erudito, un hombre de muchos estudios y gran reputación, que abandonó todo por Cristo y se fue a Persia y allí murió sin haber visto un solo convertido, y sin embargo, estaba tan contento de vivir, y contento de morir en tierras muy lejanas por su Señor? ¿Nunca han leído acerca de Brainerd, viviendo lejos en medio de los indios, laborando arduamente, quien en su vejez enseñaba a leer a un negrito, y daba gracias a Dios porque cuando ya no podía predicar, todavía podía enseñar a leer a ese niño, y así hacer algo por su amado Señor que había hecho tanto por él? Ay, ¿nunca han leído o considerado inclusive a San Francisco Javier, católico romano como era? Sin embargo, ¡qué hombre, cuán consagrado, cuán celoso! Con todos sus errores, y todas sus equivocaciones, recorría mar y tierra, penetraba en los bosques, y se enfrentó a la muerte mil veces, para poder predicar por todas partes las pobres doctrinas extraviadas en las que creía. Así como odio su enseñanza, admiro su celo que sólo puedo llamar milagroso. Cuando pienso en hombres como ésos, y quiero censurar sus errores, sólo puedo censurarme a mí mismo que ni siquiera puedo pensar, o únicamente puedo pensar en llevar una vida como la que ellos vivieron. ¡Oh, que pudiéramos aprender el secreto de la completa consagración! ¡Oh, que pudiéramos recibir el vehemente anhelo y el deseo de una dedicación perfecta de nuestro ser a nuestro Señor y Maestro! Entonces nuestro diario bregar brillaría con la gloria de la santidad. Entonces reluciríamos como serafines al tiempo que nos esforzamos como hombres comunes aquí abajo. Entonces enseñaríamos, y predicaríamos, y oraríamos, y trabajaríamos, y ofrendaríamos con tal espíritu y divina unción, que el mundo se preguntaría de dónde proceden, y dónde aprendimos esas artes sagradas. Es esta alegría, esta entrega, esta sinceridad, esta intensidad, este fuego del alma, lo que Dios ama. ¡Oh, que tuviéramos eso! Oh, que pudiéramos alcanzar eso, pues Dios ama a tales hacedores y a tales dadores.

II. En segundo lugar, ¿POR QUÉ AMA DIOS A UN DADOR ALEGRE?Recuerden que esta frase no se refiere a todos los hombres. Está dirigida a los miembros de una iglesia cristiana. Dios los ama a todos ellos, pero tiene una complacencia especial por aquellos a quienes, por Su gracia, ha enseñado a ser dadores alegres. Un dador alegre que no fuera cristiano no caería para nada bajo el enunciado hecho aquí. Todavía sería alguien con quien Dios está airado cada día. Es de hombres salvos, hombres cristianos, hombres unidos a la iglesia cristiana, que se dice, "Dios ama al dador alegre."Ahora noten, primeramente, que Dios ama al dador alegre, pues Él hizo al mundo en el plan de dar alegremente, y un gran artista ama todo lo que es consistente con su plan. Yo digo que Dios ha creado todo el mundo sobre este plan. Les mostraré. Miren al sol. ¡Qué lumbrera de esplendor! ¡Qué gloriosa creación de Dios! ¿Por qué es brillante? Porque regala su luz. ¿Por qué es glorioso? Porque esparce sus rayos por todas partes. Imaginen que el sol dijera: "ya no voy a dar más de mi luz," ¿dónde quedaría su brillo? Si dijera: "no voy a esparcir más mis rayos," ¿dónde quedaría su lustre? Es en la magnífica generosidad de ese gran padre del día donde radica su gloria. Para nosotros es el más grandioso de los astros porque da con generosidad esa fuerza vigorizante que es calor, y luz, y vida. Contemplen la luna, la hermosa reina de la noche; ¿por qué nos deleitamos con ella? Porque toda la luz que recibe del sol, nos la entrega fielmente. Si no proyectara su luz, ¿quién hablaría de ella? Si fuera una lumbrera egoísta, y absorbiera para sí todos los rayos del sol, si fuera un círculo avaro que confinara y almacenara cada rayo de sol dentro de sí, ¿qué cosa sería ella? Probablemente ni siquiera sabríamos de su existencia excepto cuando, como una mancha negra, pasara entre nosotros y alguna luminaria brillante. Pero como esparce sus rayos sobre la pobreza de la medianoche, nos deleitamos y damos gracias a Dios por ese caudal de belleza.Y aquellas estrellas que centellean y que nos parecen tan diminutas, ¿acaso su brillo y su esplendor no provienen de lo que dan? "Una estrella es diferente de otra en gloria," porque una estrella difiere de otra estrella en lo que es capaz de entregar. Eso sucede con los cuerpos celestes; ahora volvámonos a los cuerpos terrestres.Miren a esta tierra bajo nuestros pies; ¿en qué consiste su excelencia sino en aquello que produce? Hay partes de la tierra que son sublimemente solitarias, tales como el Gran Sahara: tales terrenos no dan nada, y ¿qué son? Desiertos. Y ¿quién los ensalza? Vayan a aquella tierra una vez tan bendecida, Palestina, y caminen sobre ese suelo que produce tan poco; ¿acaso no se puede pensar que está maldito? Y, ¿por qué razón? Porque todos los elementos de su fertilidad están sin uso y no se cultivan para bien del hombre.Pero, ¿dónde están los países alegres? ¿Dónde están los países en los que los habitantes se regocijan y alaban a la patria? ¿Acaso no son esas fértiles colinas y llanuras que sonríen con cosechas superabundantes, producidas por los depósitos de la tierra, haciendo que los hombres celebren y se alegren? ¿Cuál es la tierra más selecta de nuestra raza, la llamada Beula de las naciones? No es la tierra que acapara; no es la tierra sedienta, que absorbe todo y no produce nada; no es el terreno hambriento que el agricultor ara pero que niega la espiga de trigo y no permite la siega de la cebada. Caminen por todo este ancho mundo y consideren por un minuto. Hace miles de años, antes que nuestra raza estuviera en este planeta, es probable que existieran extensos bosques meciéndose bajo los rayos del sol, y, ¿qué hacían? Se entregaban a caer y morir, y ¿por qué? Pues para formar vastos depósitos que la madre tierra almacenó durante mucho tiempo, hasta que al fin, cuando vino el hombre, rompió el candado y tomó posesión de los abundantes depósitos de carbón que ayudan a nuestras artes y ciencias, y nos calientan y alegran en las profundidades del invierno, de tal manera que nos regocijamos al comprobar cómo aquello que fue almacenado un día por la generosa naturaleza, es entregado al día siguiente en forma gratuita, para uso nuestro. Vamos, no hay un solo árbol que crezca que no esté dando perennemente. No hay una flor que brote, que no posea dulzura al derramar su fragancia en el aire. Todos los ríos van al mar, y el océano alimenta a las nubes, y las nubes vacían sus tesoros, y la tierra convierte la lluvia en fertilidad, y así es una cadena sin fin de generosidad dadora. La generosidad es reina suprema en la naturaleza. No hay nada en este mundo que no viva para dar, excepto el hombre codicioso, y tal hombre es como un fragmento de grava en una máquina; no encaja en el universo. El hombre es una rueda que corre en dirección opuesta a las ruedas de la gran maquinaria de Dios. El hombre es un caballo encabritado en la yunta. Es alguien que no hará lo que están haciendo a su lado las demás fuerzas del mundo. Es un monstruo; no está hecho del todo para este mundo. No se ha dado cuenta del movimiento de los astros. No mantiene el paso con la marcha de las edades. Está fuera de época; está fuera de lugar; está completamente fuera del orden de Dios. Pero el dador alegre marcha a tono con la música de las esferas celestes. Está sincronizado con las leyes naturales del grandioso Dios, y por tanto Dios lo ama, pues ve Su propia obra en él.En segundo lugar, consideren que Dios ama al dador alegre, porque la gracia ha puesto a tal hombre en orden con las leyes de la redención, así como con las leyes de la naturaleza. Y, ¿cuáles son éstas? Nosotros que somos llamados "calvinistas," nos deleitamos en afirmar que toda la economía del Evangelio es la de la gracia. Todo es por gracia de principio a fin, y no se trata para nada de un asunto de deuda o de recompensa. La salvación no es algo que los hombres puedan ganar o merecer, sino que es el resultado y el ejercicio de la gracia inmerecida recibida de Dios. Si hay elección, es una elección libre que no procede nunca de ninguna bondad en nosotros. Si hay redención, "¡gracias a Dios por su don inefable!", si hay un llamamiento, si hay justificación, si hay santificación, en todo vemos la obra inmerecida del grandioso Dador. Dios no escatima, no es avaro, no da de mala gana. Él da con liberalidad y no se restringe en ninguna cosa buena. Dios se manifiesta en la obra de gracia como un maravilloso dador. Ahora, el hombre cristiano, o el que profesa ser cristiano, que no es dador, o siendo dador, no es un dador alegre, está fuera de orden con el sistema que gira en torno al pacto de gracia y la cruz de Cristo; está fuera de tono con la sangre y las heridas de Jesús; está fuera de orden con los propósitos eternos del Altísimo; no fluye para nada con la corriente de la gracia divina; debería estar bajo la ley, aunque en eso, en verdad, ni siquiera cumple con la letra; pero como el espíritu del Evangelio es todo libertad, y gracia, y amor, y abundancia, el hombre no está en armonía con él, y no lo entiende del todo. Entonces, debido a que el dador alegre, hecho así por la gracia divina, está a tono con la redención y con la naturaleza, conforme a su medida y su llamamiento, es ensalzado por el Señor. Además, Dios ama al dador alegre, porque Él ama las cosas que hacen feliz a Su pueblo; y Él entiende muy bien que el espíritu de abnegación y el espíritu de amor hacia los demás, es la fuente más segura de felicidad que pueda ser encontrada en el pecho humano. Aquel que vive para sí mismo es desdichado. Quien únicamente se regocija en el gozo egoísta, no tiene sino limitados canales para su felicidad; pero quien se deleita en hacer felices a los demás, y quien se deleita en glorificar a Dios, y puede negar su propia carne y sus propios deseos para honrar a su Señor y bendecir al mundo, ese es el hombre feliz; y como Dios se deleita en la felicidad resultante, por eso se deleita en el dar con alegría, que es la causa. Además, Dios se deleita en un dador alegre, porque en tal creyente ve la obra de Su Espíritu. Se requiere mucha gracia para convertir a los hombres en dadores alegres. Con algunos, la última parte de su naturaleza que llega a la santificación es su bolsillo. La gracia de Dios se abre paso en la moralidad de su negocio, y en las actividades de la casa, pero esas personas no parecen reconocer que la riqueza debe ser consagrada tanto como su corazón. Amados, yo sé que hay algunos miembros del pueblo de Dios que consideran de manera muy sagrada todo lo que tienen, como algo que no es propio, y que, no como una teoría sino como un asunto de práctica diaria, hacen dinero para Cristo, y dan dinero a Cristo, y nunca están tan felices como cuando pueden hacer algo más de lo que están acostumbrados a hacer para adelantar Su reino de conformidad a su capacidad: pero, por otro lado, hay otros de un temperamento totalmente diferente, en quienes la gracia de Dios ha golpeado fuerte antes de obtener una respuesta; que saben muy bien lo que deberían hacer, pero que encuentran que el cierre de su cartera es difícil de abrir, y los dedos utilizados para dar están casi paralizados; y realmente, cuando llegan a dar un centavo, parecería un esfuerzo tan grande de abnegación como cuando otros, de acuerdo a su proporción, han dado mucho más. Pero al Señor no le gusta ver que Su pueblo acaricie al mundo de esta manera. A Él le agrada ver que han superado los elementos rastreros, que están llegando a amar lo espiritual por sobre lo carnal, a amarlo a Él por encima de ellos mismos, y a buscar los tesoros que están arriba y no los tesoros que están en la tierra. Yo estoy seguro que el Espíritu de Dios se contrista cuando ve que los que han sido comprados con la sangre van tras el dinero, igual que los que pertenecen al mundo. El Espíritu se contrista, y a menudo retira su influencia consoladora cuando ve a Sus siervos cayendo al nivel torpe, muerto y embrutecido de los hombres del mundo, cuyo clamor es: "¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos?" Él quiere que Su pueblo busque primero el reino de Dios y su justicia. Él quiere que se deleiten en el Señor, y no en las criaturas tras la que languidecen la carne y la sangre. Él quiere que beban de arroyos más puros que los ríos lodosos de la tierra. Él quiere que busquen mejores riquezas que estos tesoros egipcios que perecen con el uso, y de los que vamos a separarnos muy pronto.Pero hay una razón por la que Dios ama al dador alegre que debo considerar con mayor detalle, es decir, porque Él mismo es un dador alegre. El hombre ama generalmente lo que es semejante a él mismo. Nosotros nos gratificamos de esa manera. Generalmente nuestros afectos van tras un objeto que es congruente de alguna manera con nuestro propio carácter. Ahora, el Señor es el más alegre de todos los dadores. Quiero que piensen en eso un momento. "El que no escatimó ni a su propio Hijo." ¡Oh, qué don fue ése! Madres, ¿ustedes podrían dar a sus hijos? Padres, ¿ustedes podrían no escatimar a sus hijos? Bien, tal vez podrían hacerlo por su país, pero no podrían hacerlo por sus enemigos. Pero Dios, el dador alegre, no escatimó ni a Su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, como dice la palabra. ¡Y desde entonces, qué dador alegre ha sido! Nos ha dado sin necesidad que le pidamos. Nosotros no le pedimos que hiciera el pacto de gracia. No le pedimos que nos eligiera. No le pedimos que nos redimiera. Todas estas cosas fueron hechas antes que nosotros naciéramos. No le pedimos que nos llamara por Su gracia, pues, ¡ay!, no conocíamos el valor de ese llamado, y estábamos muertos en nuestros delitos y pecados, pero Él nos dio libremente por ese amor ilimitado que nosotros ni habíamos buscado. La gracia que previene vino a nosotros, superando en velocidad a todos nuestros deseos, y a todas nuestras inclinaciones, y a todas nuestras oraciones. Primero nos hizo orar; nos dio el espíritu de súplica, pues de lo contrario nunca hubiéramos orado. Él nos dio la voluntad de venir a Él, pues de lo contrario habríamos permanecido alejados. Entonces Él fue un dador alegre para nosotros.Y cuando nos acercamos a Él con nuestros corazones quebrantados, ¡cuán alegremente nos concedió el perdón! ¡Cómo corrió y tuvo compasión de nosotros, y nos abrazó y nos besó! ¡Cuán alegremente nos condujo al banquete con música y danzas, pues Su hijo que era muerto revivió, y el que se había perdido, fue encontrado!

"Muchos días han pasado desde entonces,Muchos cambios hemos visto,"

pero no ha habido ningún cambio en Él, pues ha sido siempre un dador alegre. Hemos necesitado gracia cada día, y Él la ha proporcionado con liberalidad sin echarlo en cara. Cuando hemos acudido a Él para pedirle un huevo, nunca nos ha dado un escorpión; hemos pedido pan, y Él nunca nos ha dado una piedra, sino que nos ha dado Su Santo Espíritu. ¡Oh, la generosidad de Dios en la providencia para algunos de nosotros! No hace mucho tiempo, éramos muy pobres, pero a Él le agradó darnos todo lo que hubiéramos podido desear. Algunos de los aquí presentes estuvieron enfermos, y se preguntaban qué pasaría con su pequeña familia para quienes eran el único sostén; pero Dios, el dador alegre, les proveyó, los restableció, y los envió nuevamente a sus trabajos, llenos de salud y fortaleza. Otros han experimentado grandes estrecheces, pero los brazos eternos los han sostenido, y aunque los leoncillos necesitan, y tienen hambre, sin embargo ustedes, habiendo buscado al Señor, no han tenido falta de ningún bien. Él es un dador alegre. Ah, pobres pecadores, ustedes que no son salvos, yo quisiera que ustedes supieran cuánto se complace Dios en dar de Su misericordia. Él es el dador más alegre del universo. Ustedes no deben pensar que Él les va a escatimar algo. Si vienen a Él buscando el perdón del pecado, Dios está listo para perdonarlos abundantemente. Si buscan Su rostro, no tendrán que gritar como si Él estuviera sordo o no quisiera escucharlos. Él oirá los gritos del penitente; Él prestará atención a los deseos de quienes abandonan sus pecados y encuentran a Cristo. Si ustedes simplemente confían en el Señor Jesús, lo descubrirán como el dador más alegre y el amigo más bueno que jamás hayan soñado. Hermanos y hermanas, muy pronto descubriremos que Dios es un dador alegre. Algunos de nuestros amigos Lo han conocido así esta semana. Ellos rogaron, pues se encontraban enfermos, para que Él los sostuviera, y Él les hizo la cama en su enfermedad, y los sostuvo con Sus amables brazos; y luego, ellos le pidieron que les diera una abundante entrada al reino de Su amado Hijo, y se los concedió. Él les ayudó para que dieran testimonio de Su fidelidad; les abrió las puertas que eran perlas; no les negó las arpas de oro, ni el trono del propio Cristo, sino que, como un dador alegre, dio la bienvenida a Su banquete eterno, a Su pobre pueblo cansado y lo hizo sentar a Su diestra.Lo mismo hará con nosotros, pues Él es un dador alegre, y así quiere que sea Su pueblo, pues en aquellos que son semejantes a Él, Él se ve a Sí mismo en miniatura: de la manera que el sol se ve a sí mismo en cada gota de rocío, y los cielos son reflejados en cada charco. ¡Oh, que Dios nos conceda gracia para que seamos en el futuro dadores más alegres de lo que hemos sido en el pasado!

III. Voy a concluir únicamente con una frase, o dos, relativas al POR QUÉ, NOSOTROS QUE AMAMOS AL SEÑOR EN ESTA CASA, DEBEMOS TRATAR ESPECIALMENTE DE SER DADORES ALEGRES A QUIENES DIOS AMA.Hay muchas razones, pero esta noche necesitamos urgirlas todas ellas. Una es que, todo lo que tenemos se lo debemos a Él. He sabido de uno que fracasó en los negocios, que en sus mejores momentos había ayudado a algunos de sus trabajadores a abrir sus propios negocios y ellos prosperaron. Decían: "oh, ellos lo van a ayudar; él les ayudó tanto en sus días de prosperidad, que ellos le ayudarán." Yo no sé si lo ayudaron o no, pero esto sí sé, que quien nos tomó cuando estábamos desnudos, pues así vinimos al mundo; quien nos levantó cuando estábamos más que desnudos, cuando estábamos sucios y éramos inmundos, pues así estábamos por el pecado y por nuestra depravación original; Él que nos sacó del basurero, sí, y nos rescató del mismo fuego, y nos hizo lo que somos, y nos envolvió en Su justicia y nos dio de Su misericordia, Él merece todo y más que todo lo que podamos darle. Oh, ¿qué haremos para ensalzar a nuestro Salvador? ¿Qué no haremos? Señor, como todo es debido a Ti, tómalo todo y que Te demos todo sin reservas. Recuerden continuamente, amados hermanos, que ustedes son salvos: ustedes, que podrían haber sido condenados; ustedes, que no querían en un tiempo ser salvos. Ustedes son salvos; sus pecados han sido borrados; la justicia de Cristo es ahora su atuendo real. Es más, tú eres salvo, y el Espíritu Santo mora en ti. Tú eres sacerdote, tú eres rey para Dios. Tú eres un heredero del cielo; la sangre imperial corre por tus venas. Tú eres uno de los pares del cielo, un príncipe de sangre. ¡Oh!, ¿acaso no vivirás por encima de las vidas de los demás? ¿Acaso no buscarás consagrar, con estas elevadas dignidades, y estas bendiciones que no tienen precio, y estos favores asombrosos, tu espíritu, tu alma, tu cuerpo, tu todo a Él, que es tu Padre, tu cielo, tu Dios?Hermanos, muy bien pueden estar deseosos de ser dadores alegres, cuando recuerden que el tiempo de dar pronto habrá terminado. No existe el dar en aquellos cielos; al menos el tesoro favorito de Dios, que es el bolsillo del hombre pobre, no estará pidiéndote que lo llenes. No habrá hijos de la necesidad allí; no habrá pies pequeñitos que necesiten zapatos, no habrá manecitas débiles que necesiten pan, no habrá mujeres hambrientas ni hombres necesitados; no se necesitará construir iglesias; no se necesitará enviar misioneros; no se requerirán barcos que los transporten más allá de los mares; no habrá ministros de Cristo que tengan necesidad de su ayuda. Estarán más allá de todos esos llamamientos y si algo habría que lamentar en el cielo, sería que allí estos deberes deben cesar para siempre. ¡Oh, entonces den como dadores alegres mientras puedan!Y, por último, nosotros tenemos necesidad de un Dios dador, y por tanto seamos dadores alegres. Recuerden esa historia que la señora Stowe ha narrado tan bien. Me temo que yo no podría repetirla de la misma manera, y seguramente no con sus palabras, pero va más o menos así. Había un comerciante, dice ella, que había prosperado sobremanera en los negocios. Había construido una casa en el campo, y la había agrandado, y había cultivado sus jardines a un gran costo. Cuando fue a su oficina, fue visitado por alguien que hacía una colecta para alguna sociedad, y él respondió a su solicitud: "realmente no puedo darme el lujo de darte algo; hay tanta gente que me pide, que no puedo hacerlo." Pues bien, él era un hombre que usualmente había sido muy generoso, y un poco más tarde le remordió su conciencia al pensar que había comenzado a escatimar en lo que daba al Señor. Esa noche, cuando la esposa y la familia se habían retirado a descansar, se sentó a meditar junto a la chimenea, y se dijo a sí mismo: "realmente me pregunto si fue una buena decisión construir esta casa; me ha acarreado muchos gastos; se necesitan nuevos muebles; he subido a un nuevo rango dentro de la sociedad y los gastos han aumentado y mis hijas necesitan vestidos nuevos; todo está en un nivel de mayor lujo, y sin embargo, yo he estado limitando lo que doy al Señor. Creo que no he actuado bien; me siento muy intranquilo."Se supone que mientras pensaba en todo esto, se quedó dormido, pero si así fue, qué bueno para él, pues súbitamente la puerta se abrió, y entró al cuarto un extraño muy manso y humilde, que acercándose le dijo: "señor, lo estoy visitando para pedirle su ayuda para una sociedad que envía el Evangelio a los gentiles; ellos están muriendo, muriendo por falta de conocimiento; usted es rico, ¿podría darme alguna ayuda para enviarles la palabra de vida?" El comerciante le respondió: "usted debe excusarme, realmente; mis gastos son demasiado elevados, y debo recortarlos; no estoy en capacidad de darle nada; debo decir que no." El extraño lo miró con una mirada apesadumbrada y dijo: "tal vez usted piensa que la obra está demasiado lejos, y no da porque el dinero será enviado más allá de los mares. Entonces le diré que hay una escuela muy pobre en una parte de la ciudad, muy cercana a su oficina, y está a punto de cerrar por falta de fondos, y allí están los niños pobres que asisten, los vagabundos de estas calles, ignorantes del camino correcto, ¿me podría dar una contribución para esa causa?" El comerciante se molestó un poco por estas preguntas insistentes, y respondió: "ahórreme el problema; no tengo dinero, no puedo darle nada." El extraño se limpió una lágrima de su ojo, y dijo: "entonces debo pedirle por lo menos algo para la sociedad bíblica; eso, como usted se podrá imaginar, yace en la raíz de todo; propaga la palabra de Dios, y seguro, si usted no tiene para la sociedad misionera, o la escuela de pobres, podrá dar algo para la propagación de la propia palabra de Dios." "No," respondió el comerciante, "ya le he dicho que no puedo," y entonces, el aspecto del extraño pareció cambiar, y aunque seguía siendo manso y humilde, sin embargo, al mismo tiempo, su rostro se tornó majestuoso. Había una gloria en su cara, y a pesar de ello, había surcos de dolor, y le dijo, suave pero severamente: "hace cinco años, esa hijita tuya, con sus hermosos bucles, estaba consumida por la fiebre, y tú oraste en la amargura de tu alma para que la hija amada de tu corazón no te fuera arrebatada, y fueras librado de ese duro golpe. ¿Quién oyó esa oración, y te devolvió a tu hija?" El comerciante cubrió su rostro con sus manos, y sintió vergüenza. "Hace diez años," dijo la misma voz, tú estabas en grandes dificultades; las deudas te abrumaban; estabas al borde de la bancarrota; tu cabello había encanecido por la preocupación. ¿A quién acudiste en esa hora de problemas, y quién te escuchó, y te proporcionó amigos que te ayudaron a través de tus dificultades cuando otros comercios estaban fracasando, y hombres más ricos que tú estaban quebrando por todos lados? ¿Quién hizo eso por ti? Además," dijo el extraño, "hace quince años tú sentiste la carga de tus pecados, y caminabas de arriba abajo exprimiéndote las manos por temor, y clamando: "¡Dios, ten misericordia de mi!" Tu corazón estaba muy sobrecogido; ¿quién te habló en esa hora la palabra de perdón que quitó todos tus pecados? ¿Quién tomó todas sus iniquidades sobre sí?" El comerciante sollozó muy fuerte y tembló, cuando la voz dijo: "si tú no me pide nada más, yo tampoco te pediré nada más." El hombre cayó sobre su rostro ante el augusto visitante y dijo: "toma todo, mi bendito Señor; perdona mi vergonzosa ingratitud hacia Ti, y ayúdame para que en el futuro yo no Te niegue nada." Ya sea que fuera un sueño o no, lo cierto es que ese comerciante se convirtió en uno de los príncipes cristianos de América, y dio para la causa de Cristo como pocos lo habían hecho jamás."Dios ama al dador alegre," y ustedes saben lo que Él les pide. Prosigan su camino, comerciantes, y den con generosidad conforme Dios les da. Prosigan su camino, tenderos, y esparzan como puedan, pues Dios primero les proporciona los medios. Prosigan su camino, ustedes obreros y ustedes trabajadoras esforzadas, y den de acuerdo a su capacidad. Den, ustedes, ricos, porque son ricos, y den ustedes, pobres, porque no se van a volver más pobres, pero puede ser que sí se vuelvan más pobres si no ofrecen a Dios Su porción. Pero, primero, ¿ya le han dado su corazón? ¿Han puesto su confianza en Jesús? Si no es así, este sermón no es para ustedes; pero si su corazón pertenece a mi Señor, y han sido lavados en Su preciosa sangre, entonces que mi texto se grabe profundamente en sus oídos, y todavía más profundamente en sus corazones: "Dios ama al dador alegre."

Porciones de la Escritura leídas antes del sermón: 2 Corintios 9; y 11: 18-33.